Joan Laporta no estaba en Almería, cansado y decepcionado como quedó con Xavi, a quien ya no ve como entrenador del Barça para la próxima temporada. Deco, tampoco viajó a Andalucía. Rafa Yuste, el vicepresidente deportivo, sí asistió al triunfo sobre el equipo andaluz (0-2), pero no habló. Acostumbra a hacerlo el dirigente, ya sea antes o después de cada encuentro. Pero no era el momento de hablar. Nadie dijo nada, conscientes todos, hasta el técnico, de se viven horas decisivas para su futuro.
Laporta no estaba porque no quería estar, profundamente molesto como se le vió por la actitud y el mensaje conformista de Xavi, dispuesto como está incluso a despedirlo ya para que no pilote el nuevo proyecto deportivo del Barça, según ha revelado Jordi Basté en RAC-1.
No quería Laporta estar cerca de Xavi, el técnico que vive instalado, muy a su pesar, en medio de un permanente “revuelo”, esa fue la palabra que empleó él mismo. Un revuelo que se le puede llevar por delante, a pesar de que había sido confirmado en su cargo no hace ni tres semanas. Confirmación forzosa y nada creíble, como se ha demostrado con el paso del tiempo.
La opción Márquez
Hay ausencias en Almería, sea por motivo de agenda, como alegaron en el núcleo íntimo del presidente o de otro carácter, como el del ejecutivo, y silencios que resultan más elocuentes que muchos discursos. Ya quedó enfadado Laporta por el 4-2 encajado en Montilivi ante el Girona. Y ese malestar aumentó al escuchar al entrenador en la rueda de prensa previa al duelo con el conjunto andaluz, el último argumento al que se agarró el dirigente para poner fecha definitiva de caducidad a Xavi.
Pendiente ahora está el club de cuándo y de cómo se ejecuta este plan que ha ideado un enfadado Laporta cuando apenas queda una semana para acabar la temporada estando, además, Rafa Márquez, entrenador del filial, involucrado en el ascenso a Segunda División. El mexicano es, sin duda, la opción más asequible (y más barata) que tiene a mano el presidente para ser el nuevo técnico del primer equipo.
A Laporta no le ha gustado nada el discurso previo de Xavi al duelo contra el Almería. Un discurso realista, a la vez que conformista, con el que retrató la compleja situación económica que ahoga al Barça. Con un punto de resignación que era contradictorio con el mensaje de ilusión y triunfalista que se trasladó no hace ni un mes. Era el 24 de abril cuando presidente y entrenador escenificaron el pacto para la continuidad.
Ahora ha quedado decepcionado Laporta porque considera que el club, y en medio de una tremenda crisis económica, ha invertido casi 300 millones de euros en 17 jugadores para completar y reforzar la plantilla, por lo que debería jugar mucho mejor de lo que lo ha hecho esta temporada.
Cohabitación complicada
Una continuidad que nadie puede garantizar ahora en el club, a pesar de que Xavi tiene contrato hasta 2025. La relación entre ambos, a pesar de las buenas palabras públicas, se ha resquebrajado de nuevo. Falta saber si de forma definitiva. Pero corre serio peligro su futuro.
Además, está la incógnita de descubrir si el presidente actuará con ese aire ‘laportiano’ que exhibió en su primer mandato, atrevido en la toma de decisiones o se refugia en el tono de su segundo mandato, lleno de improvisaciones.
Ya se contuvo Laporta en enero cuando mantuvo a Xavi por ser quien era. Y es. “Una leyenda del club“. Con cualquier otro entrenador la situación habría sido radicalmente distinta porque el dirigente lo habría despedido de forma inmediata sin dejarle completar los cinco meses finales de la temporada.
Con ese argumento de que “es una leyenda” y conectado emocionalmente con Xavi, Laporta aceptó una fórmula inusual. de arropar a un técnico. Algo poco habitual y más aún para el presidente.
Mantuvo en el banquillo a un entrenador que anunció su marcha. En el camino, de enero hasta mayo, el equipo perdió todo lo que tenía en juego (Supercopa de España, Copa del Rey, Champions y Liga), aferrado ahora al “objetivo de mínimos” que resulta ocupar el segundo lugar, mientras el Madrid se acerca a un doblete que empequeñece al Barça.
“Nadie me ha dicho nada”
Desde la derrota en el Bernabéu, con aquel vídeo en el que reclamó hasta la repetición del clásico por el ‘gol fantasma’ de Lamine Yamal, Laporta ha minimizado sus apariciones. Tan solo compareció en la sala de prensa de la ciudad deportiva de Sant Joan Despí para abrazarse con el entrenador, que le convenció “en dos minutos de charla” para seguir liderando el proyecto.
Tormenta permanente
A partir de ahí, el presidente no habla. Ni se le ve demasiado. No habla de nada, enfadado, decepcionado y sorprendido con los últimos movimientos públicos de Xavi.
Ni habla Laporta del préstamo que solicitó su junta directiva, destapado por este diario, ni tampoco del futuro del entrenador, consciente de que no quiere ser prisionero de sus palabras.
Al técnico también le pasa lo mismo, sintiéndose en medio de una tormenta que no se acaba nunca. Este jueves, por ejemplo, ofreció la rueda de prensa más breve en sus dos años y medio como entrenador del Barça.
Apenas seis minutos y medio duró. Y a la cuarta pregunta se le cuestionó si se veía en el banquillo azulgrana la próxima temporada. “Totalmente. Tengo mucha ilusión, muchas ganas de empezar la pretemporada“, argumentó Xavi, quien tampoco tenía demasiadas ganas de hablar.
“A mí, personalmente nadie me ha dicho nada. La relación no cambia”, dijo Xavi en la sala de prensa del Estadio de los Juegos Mediterráneos tras acercarse al segundo lugar gracias a los dos goles de Fermín, un chico que se inventó al ver su “dinamismo y su timing para llegar al área”. Nadie le ha dicho nada, sostenía el técnico, consciente del “ruido” que agitaba al club.
No quiso el entrenador perder el tiempo en detenerse en la ausencia de Laporta y Deco, las personas que deben decidir su futuro. “Hemos viajado con el vicepresidente deportivo y otros directivos, con total normalidad”, afirmó en alusión a Yuste, a quien no citó por su nombre siendo como es el directivo que más lo defendió en enero. Y en abril. “Solo dije lo que pienso y que es real”, argumentó Xavi.
Mensajes contradictorios
El problema es que lo que dijo no le gustó al presidente. Ni a Deco. A ninguno le gustó porque entraba en conflicto con lo que habían escuchado en privado en aquella reunión en el domicilio particular de Laporta donde se selló la continuidad del técnico gracias a la decisiva intervención de Alejandro Echevarría, que no tiene cargo alguno en el club ni tarea oficial pero sí una enorme influencia sobre Laporta.
“Sigo teniendo el honor de estar en el mejor club del mundo que es el Barça. Sólo dije que la situación económica no es la mejor, pero que estamos trabajando para revertirla”
Quiso Xavi proclamar su “ambición” para desmarcarse de una actitud resignada de cara al nuevo proyecto teniendo en cuenta la fortaleza deportiva y económica que exhibe el Madrid, dueño de la Liga y a punto de conquistar otra Champions.
“Sigo teniendo el honor de estar en el mejor club del mundo que es el Barça. Sólo dije que la situación económica no es la mejor, pero que estamos trabajando. Entiendo el revuelo y que siempre hay ruido pero estoy tranquilo y así se lo transmito a Deco y al presidente”, aseguró el entrenador en Almería.
Lo que se sabe es que el presidente no está nada tranquilo, sumergido en uno de los períodos más convulsos de su segundo mandato, obligado a encontrar atajos a todas las crisis que le inundan.
La crisis deportiva, para empezar. La económica, debe cerrar las cuentas sin pérdidas en menos de un mes. Y la social, erosionada su figura por otro escándalo al recibir 350.000 euros de una empresa que luego participó en la organización de la gira por Estados Unidos del Barça.
“Entiendo el revuelo y que siempre hay ruido pero estoy tranquilo y así se lo transmito a Deco y al presidente”
Está acorralado Laporta y tremendamente condicionado Deco porque desconoce los recursos que tendrá para remodelar la plantilla de cara a la próxima temporada. De ahí, que planee despedir al entrenador al concluir la temporada ya que quedan solo dos partidos: domingo en Montjuïc contra el Rayo y el próximo 25 de mayo en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla.
Y Xavi, desprotegido por varias razones (dijo en enero que se iba, pero se quedó; no tiene desde hace varios meses la complicidad de Mateu Alemany y Jordi Cruyff, ambos ejecutivos abandonaron por voluntad propia el club), está, otra vez, en el remolino del “ruido”, que complica su futuro. “Estamos planificando la pretemporada con el presidente y con Deco, pero lo demás no lo puedo controlar”, confesó.
A Laporta, como es obvio, ya no lo puede controlar. Menos tras el día en que lo decepcionó con ese realista discurso asumiendo en el que no podría competir con el Madrid ni con los grandes clubs europeos que podría precipitar su salida.