No se sabe con exactitud si es un chiste, una leyenda urbana o un hecho real que dice mucho del carácter local, pero el caso es que se cuenta que un matrimonio de granadinos de pura cepa nunca había visitado la Alhambra y que, ya de mayores, él la convenció para que fueran de una vez. El marido se quedó patidifuso por la belleza del lugar y, anonadado, le preguntó: «¿No te parece maravilloso este sitio?». A lo que ella contestó, con bastante desgana: «Bueno, como todas las Alhambras».
Porque hay más de una. La de Granada es la más bella, eso es indiscutible, pero es un hecho que el príncipe Abdelaziz Bin Fahd construyó una en Riad (Arabia Saudí) después de que le negaran pasar una noche en los palacios reales del conjunto monumental nazarí. Y hay edificios y monumentos que no ocultan su deuda arquitectónica, como el Casino de Murcia, el Kiosco Moruno de Ciudad de México o las sinagogas principales de Berlín y Budapest.
Pero sin salir de España, hay otra construcción de rasgos muy parecidos, hasta el punto de que es conocida como la Pequeña Alhambra de Valencia. Se trata del Palacio de los Condes de Cervellón, está en la localidad de Anna y sin duda merece una visita sosegada y hasta comparativa.
Se alza sobre los restos de un castillo del siglo XIII pero su edificación no se llevó a cabo hasta el XVII. Y aunque posteriormente ha sufrido varias transformaciones, los patios árabes y los jardines, que son los elementos que más recuerdan a la Alhambra, permanecen casi inalterados desde entonces.
Vistas envidiables y el río al lado
Las similitudes no sólo son arquitectónicas, puesto que, al igual que la Alhambra granadina, este palacio también tiene unas vistas envidiables y junto a él pasa un río, el Anna, lo que convierte al agua, como pasa en Granada, en un elemento fundamental.
También se puede visitar, ahí hay otro punto en común. El palacio es ahora la sede de un museo etnológico y de difusión del patrimonio de la zona. También alberga el Museo del Agua, que como ya ha quedado dicho era crucial en la antigua cultura islámica y que llevó a los nazaríes a hacer verdaderas virguerías no sólo para garantizar el suministro en la Alhambra, sino también para convertirla en un elemento decorativo imprescindible y para aligerar el calor de la zona.
Puestos a establecer todavía más paralelismos, uno muy sencillo: los musulmanes, huelga decirlo, también estuvieron en Valencia, aunque la Reconquista, al mando de Jaime de Aragón, llegó allí antes: a mediados del siglo XIII. Pero antes de eso dejaron su impronta, como en tantos otros sitios. Y eso tuvo que influir en la posterior construcción del palacio.
La última coincidencia no deja de ser curiosa: en la Alhambra de Granada, lo recomendable -más que eso, casi obligatorio para evitar riesgos- es comprar las entradas con bastante antelación, porque hay dependencias con un cupo que no se puede rebasar. En su hermana pequeña de Valencia, las reservas hay que hacerlas de manera previa y se aconseja hacerlo «con la máxima antelación».