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El poder de una buena etiqueta incomprensible

Hace un tiempo me invitaron a una charla sobre la crítica musical que la Universitat Jaume I, de Castelló, celebró en Benicàssim (sede de aquel festival antaño tan audaz) y un joven asistente me reprochó que la prensa usaba un lenguaje intrincado, repleto de anglicismos y de términos para iniciados, y que eso echaba atrás a cualquiera. Le respondí que algo de razón tenía, aunque le hice saber que eso, a mí, en su día, cuando tenía 14 años, en lugar de expulsarme de las páginas de las revistas musicales, me había animado a tratar de entender qué demonios significaba ‘riff’, ‘música planeadora’ o ‘dub’. 



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