Ni España confirmó la remontada que auguraban las casas de apuestas, ni ganó Croacia, el país que tenía más números, ni hubo un efecto rebote que propulsara a última hora un (temido) triunfo de Israel. Eurovisión sigue siendo una caja de sorpresas, y fue el gancho gallináceo “oh, oh, oh…” del suizo Nemo, cantante tercero en discordia entre las preferencias, bien publicitado como ciudadano no binario (de eso va su tema, ‘The code’), el que amasó un número más aplastante de votos, más del jurado (365) que de la bancada popular (226). Victoria inapelable, sea como sea, para una canción que funde ecos operísticos y ráfagas de rap en un trayecto de montaña rusa.
¿Y España? Pues no se puede maquillar ese enésimo descalabro, un puesto 22º (de 25) con el que persiste en esa plaza casi fija en el pelotón de cola de la clasificación en los últimos 20 años, con muy pocas excepciones (la más notoria, el tercer puesto de Chanel en 2022). ‘Zorra’ ha funcionado estos meses en el mercado español, pero naufragó en el festival tanto en el escrutinio especializado (19 escuálidos votos) como en el popular (11). La canción presenta una dinámica de ‘hit’, si bien la escenificación tal vez resultó algo extrema para Eurovisión, entre la estética ‘drag’ y ‘dominatrix’ de una Maria Bas con cara de pocos amigos y ese estilismo de botas y corsé, torsos desnudos y culos en danza practicado por la pareja de bailarines.
Más allá del fiasco
Número de burdel con terciopelo rojo más adecuado para cierta clientela ‘hardcore’ que para la audiencia más ‘mainstream’. Y eso que a Nebulossa le salió muy bien el diálogo con el público en esa frase clave, “soy más zorra todavía”, coreada a pleno pulmón por su bullicioso club de fans sito en Malmö. La sensación ante la actuación fue buena, pero, mientras que el ganador, Nemo, pulsando también la tecla LGTBI, podría llegar a resultar frágil y adorable, Nebulossa parecía estar a punto de amenazarnos con unos azotes. Pero ese mal resultado no tiene por qué resultar trágico para el dúo valenciano. ‘Zorra’ es ya un himno en España y este verano les van a llover los bolos como el año pasado a otra presunta perdedora de la carrera eurovisiva, Vicco con su ‘Nochentera’.
Aunque los factores extramusicales pesan, una y otra vez, en el festival, sigue habiendo canciones que consiguen despuntar sin acudir a tramas tácticas. Hay que destacar a tres países de nuestra órbita más cercana que nos pueden dar pistas de cómo hacer un buen papel con cierta elegancia y sin renunciar tampoco a la lengua propia. Ahí estuvieron Francia (4º puesto), con el majestuoso ‘Mon amour’, defendido por el portento vocal Slimane, e Italia (7º) con la pseudo-cumbia traviesa ‘La noia’, manejada por Angelina Mango. Y un poco más abajo, Portugal (11º) con ese ‘Grito’ en la voz de Iolanda, portador de resonancias fadistas, moderno e imaginativo en su puesta en escena, y ajeno al aturdimiento sónico general que envuelve la gala desde hace años.
Siguiendo la tradición, hacemos notar el enésimo desastre británico (el país que prácticamente inventó el pop), con un Olly Alexander que no es un cualquiera (exmiembro de Years & Years, coautor de ‘Dreamland’, admirable ‘hit’ de Pet Shop Boys) y que fue extrañamente ninguneado. E imaginamos que terminaron los sudores fríos en los despachos de la UER ante el papel de Israel, que ni ganó ni fue humillada. Un quinto puesto alcanzado sobre todo por el voto popular (323 de sus 375 votos), lo cual invita a extraer conclusiones. La canción y la interpretación lo valían. Y si Nebulossa encarará el regreso a Valencia sabiendo que puede jugar sus cartas, a Eden Golan le espera en casa, seguro, un recibimiento con honores de heroína nacional.
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