AUSTRIA EN PRIMERA PERSONA
En el Museo Freud, la casa donde residió de 1891 a 1938, se conservan más de cuatrocientos objetos originales que permiten conocer mejor al padre del psicoanálisis
Me gusta el barrio francés de Viena, el número nueve de la capital, al que llaman los vecinos Servitenviertel. Este pequeño París desprende un encanto especial. Lo percibes cuando te fijas en sus casas especialmente bien cuidadas y conservadas alrededor de la Iglesia de los Servitas, una construcción barroca del s. XVII escoltada delante de su fachada por varios puestos de verduras y frutas orgánicas, miel y vino, y el mercado de alimentos orgánicos. A los vieneses les encanta este distrito porque reina un ambiente casi provinciano con cafés, restaurantes de moda, terrazas e isletas con árboles al borde de la calle que se abarrotan de gente cuando el sol se apodera de este distrito diferente al resto de los vieneses. Es este un pequeño paraíso gastronómico para probar las baguettes o los cruasanes, las tartas o la quiche lorraine, como en La Mercerie, en la esquina de Servitengasse y Porzellangasse, con sus viejas estanterías y un bonito suelo de baldosas y si no te atraen estas delicias, a solo unos metros abren el Xocolat Manufaktur con sus maestros chocolateros y el Edelschimmel, otro animado local que propone una carta con alrededor de 80 quesos selectos para degustarlos al lado de una copa de vino o de champán.
Y en todo este entramado de negocios encantadores se levanta el Museo Freud, siempre con muchos visitantes interesados por el mundo del psicoanálisis y la salud mental, pese a que está instalado en una casa y su tamaño no llama tanto la atención. El distrito guarda vinculaciones musicales, pues aquí nació Franz Schubert y murió Ludwig van Beethoven, pero su dirección más popular es Berggasse, 19, la vivienda de alquiler que habitó Sigmund Freud durante 47 años, de 1891 a 1938, hasta que fue forzado a emigrar con su familia a Inglaterra el 4 de junio para escapar de la invasión nazi.
Desde 1971, año de la inauguración del Museo Freud de la mano de su hija Anna, la casa ya se había transformado en un lugar de peregrinación para estudiantes del psicoanálisis y enfermos de todo el mundo, pero ahora, tras su última renovación en 2020, las estancias se han convertido en protagonistas de la exposición en si mismas.
El museo exhibe muebles originales, incluida su sala de espera y una selección de su colección privada de antigüedades, autógrafos y primeras ediciones de sus obras. En total más de 400 cuatrocientos objetos se exponen en esta vivienda y permiten profundizar mejor en el padre fundador del psicoanálisis, una de las grandes figuras intelectuales del siglo XX. Cartas, libros y primeras ediciones de publicaciones, fotografías, antigüedades y una interesante colección arqueológica se acumulan en todas las habitaciones privadas de Freud.
El recorrido proporciona información sobre la vida y la época de Freud, su entorno cultural y el origen del psicoanálisis. También puedes ver películas históricas de la vida del insigne médico y su familia, todas ellas recopiladas por Anna Freud, al tiempo que se recorre una biblioteca, una tienda, trasteros para la biblioteca, una sala de exposiciones y la escalera que se centra en la historia de la casa y sus habitantes tras la marcha de Freud. Incluso se puede tocar el timbre de la puerta de entrada en el entresuelo de la casa y entrar en el departamento en una habitación de aspecto original con un guardarropa dedicado a exhibir sus primeros años y sus estudios autobiográficos.
Desde ese momento ya puedes empezar a imaginar cómo pudo Freud crear en esta casa sus grandes obras como la Interpretación de los sueños, o Sobre el psicoanálisis, al tiempo que organizaba su famosa Sociedad Psicológica, el primer grupo de trabajo del psicoanálisis. Freud mantuvo reuniones semanales todos los miércoles dentro de la sala de espera de su clínica, la estancia más famosa del recorrido donde se sentaban sus pacientes antes y después de sus citas, hasta su exilio definitivo en Inglaterra.
En el estudio de Freud debería estar uno de los muebles más famosos del siglo XX, su diván psicoanalítico, el icónico lugar en el que los pacientes se reclinaban durante sus sesiones, pero la pieza original figuraba entre las pertenencias que Freud se llevó al exilio en Londres en 1938 y hoy se exhibe tapado por una alfombra, junto a un retrato suyo pintado por Salvador Dalí, en la última casa donde vivió solo un año antes de su muerte en Maresfield Gardens, 20. De ahí que el espacio que debería ocupar ese diván en el museo vienés permanezca ahora vacío con una simple estructura como si se tratara de un símbolo de la pérdida de humanidad y cultura durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.