Mucho se ha escrito sobre la ‘futbolización’ de la política, cuando en realidad es al revés. Pocas veces se ha arrimado tanto el surrealismo de ambos mundos como en las últimas 24 horas. Sí, las mismas en las que Xavi Hernández ha logrado mantener su puesto como entrenador en el Barça tres meses después de haber dicho que se largaba, y las mismas en las que Pedro Sánchez ha musitado su propia dimisión en diferido como presidente del Gobierno. Insinuar pero no ejecutar, por si las moscas. Fútbol y política muestran su pureza en lo absurdo.