Conviene a veces dejar a un lado los problemas conocidos para detenerse en lo que podría venir a continuación.
Cuando Joan Laporta, embutido en su traje, con el orgullo y el ombligo por delante, fue al encuentro del entrenador Xavi Hernández en el entrenamiento previo al duelo capital frente al PSG, ante decenas de periodistas y cámaras en la Ciutat Esportiva Joan Gamper, el presidente, que siempre quiso apropiarse del mensaje, supo cómo visualizar la trascendencia del partido de este martes en Montjuïc. Y lo hizo solo, sin subordinados ni aplaudidores. Porque este Barça colgado de las exigencias de los inversores, que sigue buscando nuevas oportunidades de negocio –aunque por ahora le cueste romper con Nike–, y aún en el exilio olímpico mientras el nuevo Camp Nou va tomando algo de forma, ha redescubierto en los últimos días el poder del optimismo y la esperanza en una industria tan volátil y enemiga del fracaso como la del fútbol.
Juegan los azulgrana un partido de otro tiempo ante los parisinos, con la oportunidad de volver a unas semifinales de la Champions cinco años después (la última vez que pisó esa ronda fue con Ernesto Valverde en el banquillo, Leo Messi en el campo, y el Barça capitulando en Anfield un año después del derrumbe de Roma). Y, aunque aquello del círculo virtuoso haya quedado ya demasiado antiguo, en la entidad se tiene la sensación de que seguir ahora adelante en el torneo supondría, ahora sí, comenzar a dejar atrás las miserias vividas y nacidas en el triplete que encumbró a Josep Maria Bartomeu en 2015. Sí, cuando aquel gobierno todavía judicializado visualizaba la construcción de un Barça imperial, el de los “1.000 millones de ingresos”, para acabar convirtiéndolo en despojo.
Ganó el Barça al PSG el pasado miércoles en el desagradable y artificial Parque de los Príncipes en la ida de los cuartos de final (2-3) en el mejor partido de la era Xavi. Y tal fue el nivel demostrado -en cuanto a la preparación táctica y física que permitió desactivar a Mbappé, la solidaridad defensiva, la madurez mostrada en el breve apagón en el amanecer del segundo acto que permitió el amago de remontada francesa, el nivel de compromiso de los viejos rockeros y la irreverencia y valentía de los púberes Cubarsí y Lamine Yamal-, que el club se siente preparado para dar un paso más en su recuperación. Aun siendo consciente de que ese PSG al que la teocracia de Qatar quiere convertir de una vez por todas en campeón de Europa continúa siendo un rival demasiado peligroso. Más aun con un entrenador al frente como Luis Enrique, que acudió a su encuentro con los medios seguro del levantamiento: “Estamos plenamente convencidos de que le vamos a dar la vuelta”.
La redención de Xavi
Aunque quienes salieron reforzados de aquella estimulante noche fueron los jugadores del Barça, los mismos a los que Xavi insiste en poner en el foco. “Esto va de futbolistas, no de entrenadores”, insistía el técnico desde ese púlpito mediático que aún trata de controlar. Pero fue el propio Xavi Hernández quien más ganó en aquella prueba, pese a que aún tenga que concretarla en el duelo de vuelta. Desde la pizarra, uno de sus puntos débiles desde que tomó las riendas del banquillo azulgrana, supo superar a Luis Enrique, el mismo al que volvió a elogiar tras quedar presuntamente superada la crisis de la apropiación del ADN Barça. Por mucho que el asturiano lanzara una pulla soterrada, recordando cómo Ter Stegen se encargó de romper las líneas de presión a base de pelotazos hacia un Lewandowski pletórico en París.
Echará de menos Xavi a sus dos futbolistas sancionados: Christensen, autor del gol del triunfo en la ida y que estaba llamado a tomar ese puesto de pivote que continuará quedándose un marchito De Jong–, y Sergi Roberto, el capitán, titular en el Parque de los Príncipes y que arrastra el recuerdo de la remontada frente al PSG de 2017 (6-1). Por contra, Pedri, el mismo que abrió los cielos de París a Raphinha, se siente preparado para volver al once.
Luis Enrique podrá tramar una alineación mucho más convencional que en la ida, ya con Achraf Hakimi en el lateral derecho, el regreso de Marquinhos al puesto de central y quizá con Zaïre-Emery (18 años) y Barcola (21) como cómplices de Dembélé, a quien espera un recibimiento hostil tras celebrar su gol de la ida como si no hubiera mañana, y de un Mbappé que marcó tres goles (febrero 2021) la última vez que visitó al Barça.
“Nos dejaremos la piel y la vida”, prometió Xavi. Él, como Laporta, sabe que, en este caso, la clasificación puede marcar el destino del club. De ahí el abrazo, siempre antesala del llanto o el beso. De ahí la necesidad de que lo viera todo el mundo.