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La huella de Mozart, Beethoven y Lehár en el Hotel Ambassador


AUSTRIA EN PRIMERA PERSONA

Este hotel abierto en 1898 ofrece hoy una atmósfera elegante y sofisticada que nos recuerda su gran historia, vinculada a la música, a los intelectuales y a la alta sociedad

Hotel Ambassador, en Viena Hotel Ambassador Betriebsgesellschaft

Cuando se busca un hotel en Viena, cualquiera se percata de que la oferta de alojamiento en la capital imperial es superlativa y digna de un análisis sosegado. Cuatrocientos hoteles, de los que veinticinco son cinco estrellas, un ramillete de casi ciento setenta hoteles de cuatro estrellas y otro puñado más modesto pero siempre de calidad que suman casi cuarenta mil habitaciones… Un buen amigo residente en Klosterneuburg, en las afueras de la capital donde se halla El Escorial Vienés, el monasterio que levantó Carlos VI después de perder la Guerra de Sucesión en España ante el Borbón Felipe V, me habló del Hotel Ambassador por su fusión de historia y modernidad y su magnífica ubicación en el centro.

La sugerencia guardaba una gran ventaja: a un minuto a pie de la Cripta Imperial, donde descansan los restos de doce emperadores y dieciocho emperatrices, y a menos de cinco de la Ópera, la Catedral de San Esteban o de su espléndida Albertina. Además, emplazado enfrente de la calle Kärntner Strasse, un área muy comercial donde se concentran restaurantes, como el Plachutta Gasthaus Oper, ideal para degustar el popular escalope vienés, y decenas de tiendas, entre las que destacan la joyería Swarovski o nuestro Mango español.

La propuesta era muy sugerente porque además, de puertas para dentro, este hotel abierto en 1898 ofrece hoy una atmósfera elegante y sofisticada en sus habitaciones y en sus estancias comunes que han conservado su integridad histórica. Porque la historia que arrastra este singular edificio es única. El edificio se llamó en sus orígenes, hacia 1418, Mehlgrube y no pasaba de ser un almacén de harina que controlaba el peso, las medidas y el precio de este producto. Derribado casi trescientos años después, el nuevo edificio albergaba un salón de baile de máscaras que acabaría convirtiéndose en una sala de conciertos. De hecho, en 1785 Wolfgang Amadeus Mozart estrenó en este lugar su vigésimo concierto para piano y más tarde el propio Ludwig van Beethoven ofreció conciertos en Mehlgrube para los aristócratas de la ciudad.

Imagen principal - El Ambassador empezó muy pronto a alcanzar fama entre las familias reales de la Europa Central. Además, la vinculación musical del edificio ha sido siempre una de sus señas de identidad
Imagen secundaria 1 - El Ambassador empezó muy pronto a alcanzar fama entre las familias reales de la Europa Central. Además, la vinculación musical del edificio ha sido siempre una de sus señas de identidad
Imagen secundaria 2 - El Ambassador empezó muy pronto a alcanzar fama entre las familias reales de la Europa Central. Además, la vinculación musical del edificio ha sido siempre una de sus señas de identidad
El Ambassador empezó muy pronto a alcanzar fama entre las familias reales de la Europa Central. Además, la vinculación musical del edificio ha sido siempre una de sus señas de identidad
Hotel Ambassador Betriebsgesellschaft mbH

La vinculación musical del edificio continuó en las siguientes décadas. A veces como posada (‘Zur Mehlgrube’), en otras como sala de conciertos y de baile e incluso de casino, de la mano de su nuevo propietario, Mathias Czermak, quien organizaba también reuniones nocturnas de periodistas, de las que más tarde surgiría la Asociación de Periodistas y Autores Concordia, fundada en 1859.

A finales del siglo XIX, el edificio Mehlgrube se convirtió en hotel y más tarde pasó a llamarse Hotel Krantz-Ambassador por el nombre de su nuevo comprador Josef Krantz, quien mandó derribar el Mehlgrube para construir un nuevo edificio con una arquitectura de estilo renacentista italiano que cumplía con los últimos avances en el sector hotelero de la época, un momento de gran expansión comercial e industrial de la ciudad.

El Ambassador empezó muy pronto a alcanzar fama entre las familias reales de la Europa Central que lo visitaban y otros intelectuales como Mark Twain. Se cuenta que el célebre escritor norteamericano observó desde un balcón del hotel el solemne cortejo fúnebre que acompañó a los restos mortales de la emperatriz Isabel, conocida popularmente como Sissi, hasta su última morada en la Cripta Imperial. Había sido apuñalada por el anarquista italiano Luigi Lucheni en Ginebra el 10 de septiembre de 1898.

Ya en el siglo XX, en 1930, el famoso compositor Franz Lehár, autor de la opereta ‘La viuda alegre’, dio un concierto especial en el hotel para celebrar la inauguración de un restaurante en el mismo edificio que lleva su nombre y regaló diecinueve composiciones autografiadas. Quince años después, durante la II Guerra Mundial, el edificio fue castigado por dos bombas en su fachada y tras su restauración pasó a llamarse Hotel Ambassador, nombre que ha mantenido hasta la actualidad. Su última aportación es un garaje subterráneo que se construyó en 2022 para que los huéspedes puedan aparcar su coche en el hotel.




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