En las anteriores seis visitas a París, el Barça sólo había ganado una vez: el 1-3 de los cuartos 2014-15. Sólo había ganado con Lus Enrique en el banquillo. Como si el Parque de los Príncipes fuera un estadio maldito, inexpugnable para los azulgranas, pese a la flojita historia historia europea del PSG. Luis Enrique, de nuevo, fue testigo del renacer del Barça de Xavi. Del denostado Barça de Xavi, el único equipo de cuartos que ha ganado a domicilio.
El primer doblete de Raphinha
Entre los centenares de abrazos que repartió Ronaldinho, uno fue para su compatriota Raphinha. Le transmitió una dosis de la magia que le caracteriza. Fue una dosis generosa, tal que Raphinha el extremo marcó sus primeros goles en la Champions de su vida. No sólo eso: no había anotado un doblete en cuatro años, dese que militaba en el Rennes, antes de pasar por el Leeds. Algo de esotérico hubo en el gol de Andreas Christensen. Era la primera bola que tocaba el defensa danés,recién aparecido en el campo, sacrificado en la formación inicial en beneficio de De Jong, al que sustituyó en la reaparición del neerlandés. Christensen tuvo que agacharse incluso en el salto para poder rematar en el àrea de meta. Pagó un alto precio luego, con la tarjeta que vio en un placaje que le aparta del duelo de vuelta.
Dembélé sigue igual
Volvió a casa Ousmane, el jugador “instraferible” de Xavi, “el más desequilibrante” de Luis Enrique, y los mimos de dos entrenadores no han cambiado a Dembélé. Sigue igual. Igual de imprevisible y voluble en el campo. Irritante en un día malo, fascinante en el bueno, siempre llamativo. Tocó la versión mala de Dembélé en el juego colectivo, sufragada, sin embargo, con el golazo que marcó. Tras una primera mitad horroroso ante a João Cancelo, que no es el defensa más riguroso del Barça, una jugada tras el descanso aunó las dos caras de Dembélé: dio un mal pase a Mbappé pero el rechace de Araujo le cayó en los pies. Hizo un amago de esos que había repetido miles de veces en los entrenamientos ante De Jong, Koundé y Araujo y los tres se lo tragaron. El zambombazo dobló la mano de Ter Stegen. La única novedad en la vida de Ousmane radica en su salud: ya no se lesiona.
Donnarumma, un portero bajo sospecha
Niño prodigio desde su debut profesional con 16 años en el Milan, Gianluigi Donnarumma ha cumplido los 25 y ha dejado de ser el sucesor de Buffon, la etiqueta con la que se le encumbró en el siempre precipitado juego de las comparaciones. Condenó al PSG en una eliminatoria ante el Madrid y multiplicó sus indecisiones anoche frente al Barça. Muy flojo de manos, no transmitió nada de su seguridad a los suyos en cada acción delicada que se presentó en el área. Y, claro, falló en dos que terminaron el gol: en el centro de Lamine Yamal que remató Raphinha en el 0-1 y en el córner de Christensen en la que desaprovechó toda la ventaja de su envergadura (1,99 metros y 90 kilos) y la prerrogativa de poder usar las manos.
La sonrisa de Ronaldinho y la seriedad de Figo
Embajador del PSG (jugó en París entre 2001 y 2003) y del Barça (2003-2008), Ronaldinho repartió sonrisas y abrazos sin parar. Entre ellos, a Raphinha. Ya lo hacía sin ese simbólico cargo, ahora con razón de más. Agasajado como un héroe parisino, aunque solo militara dos campañas en el Parque de los Príncipes, inauguró una línea de relación comercial entre ambos clubs, hoy transformada en una línea de alta tensión. Luis Figo se sentó cerca de él en la zona noble, pero sin el paseíllo por el terreno de juego. Repartió muchas menos sonrisas y abrazos. Contrajo méritos para ser una leyenda del Barça, de lo que abominó con la sarta de mentiras con que se gestó su fichaje por el Madrid y su actitud de rechazo posterior a todo lo que oliera al Barça y a Barcelona. Ahora es embajador de la UEFA.