A Miguel Luque se le enredaron las piernas con el cordón umbilical durante su nacimiento, provocándole una artrogriposis múltiple congénita que le fue quitando movilidad en el tren inferior hasta acabar en silla de ruedas. Poco podía imaginar nadie entonces que, 47 años después, sumaría siete medallas paralímpicas. Tras seis Juegos, el nadador igualará en París las 7 visitas al Olimpo de la mítica Marlene Ottey y quiere alcanzar en Los Angeles-2028 las 8 de Chuso García Bragado.
Empezó a nadar con cinco años como herramienta terapéutica para su discapacidad. Caminaba con muletas hasta que se quedó en silla de ruedas. A los 12 años descubrió el baloncesto en silla de ruedas, que compaginó con la natación hasta que se decantó por esta última, ya que se marcó el reto de llegar a unos Juegos Paralímpicos. En sus primeros, con 23 años en Sydney 2000, ganó su primera medalla, el oro en 50 metros braza. En su prueba fetiche se ha llevado cinco preseas más (oro en Atenas 2004; plata en Londres 2012, Río 2016 y Tokio 2020, y bronce en Pekín 2008), además del bronce en Atenas 2004 en el relevo de 4×50 estilos. Un espectacular palmarés que quiere ampliar en la capital francesa.
“Feliz e ilusionado”
“Estoy muy feliz y muy ilusionado con mis séptimos Juegos. Para mí es una hazaña. Estar en París es un éxito para mí y para la gente que está conmigo. Y para deportistas paralímpicos y para el resto que vean el esfuerzo y dedicación que hay”.
Medallas aparte, el deportista vallesano lo que más destaca es la experiencia en la villa olímpica. “Eso siempre es lo mejor. Juntarte con otros deportistas de todo el mundo y de disciplinas distintas con el mismo objetivo siempre es muy emocionante”. Miguel no ve, de todas formas, París como su última parada sino que se siente con ganas de estar, con 51 años, también en Los Ángeles 2028. “Yo creo que sí. ¿Por qué no? Aunque todavía queda mucho me gustaría. Me siento joven, con fuerza y mucha vitalidad y con muchas ganas, que es lo más importante”.
Alcanzaría así los ocho Juegos de García Bragado y solo el austríaco Hubert Raudaschl, el letón Afanasijs Kuzmins y la georgiana Nino Salukvadze (todos con 9 citas olímpicas) y el canadiense Ian Millar (10) habrían estado en más.
De todas las experiencias la que menos disfrutó fue la de Tokio, por las restricciones de la pandemia y la ausencia de público. “No tener 25.000 voces gritando y apoyando se nota, aunque al final salió muy bien”. Logró la plata en 50 metros braza, igual que en los pasados Mundiales. Ahora espera poder contar con el aliento de los suyos en las gradas de París para poder volver a subirse al podio. En Japón fue el primer medallista español. ¿Le gustaría que se repitiera la historia? “No vamos a vender la piel del oso antes de matarlo, pero voy a hacer todo lo posible. Mi entrenador, mi preparadora física y todos los que me rodean confían en mí”.
Entrena de cuatro a seis horas diarias en el CAR de Sant Cugat, algo que compaginódurante 20 años con la venta del cupón de la ONCE. En Sydney 2000, pese a llevarse el oro, no recibió ningún premio en metálico. En 2012, cuando dejó de trabajar, la beca para los medallistas paralímpicos españoles era de 5.000 euros, frente a los 95.000 que recibían los que subieran al podio olímpico. Ahora se congratula de que la ministra de Deportes, Pilar Alegría, haya anunciado que este año se equipararán los premios.
“Igualdad de oportunidades”
“Después de tantos años tendremos igualdad de oportunidades con los deportistas olímpicos. Seremos considerados deportistas de élite sin diferencia ninguna, como personas y deportistas -reflexiona-. Es una retribución económica que está muy bien y nos va a ayudar bastante en el día. Yo nunca lo he hecho por el dinero, sino por ganas de esforzarme, porque el deporte te da salud, bienestar Pero ahora que soy deportista experimentado y hay estas ayudas esto te hace seguir con más ganas para poder subir a podio”.
Tras 24 años en el circuito paralímpico, Luque destaca que el cambio no solo lo ha visto a nivel institucional, sino también social y mediático. “En España se está haciendo mucho por el deporte con discapacidad y se están igualando muchos términos. Cuando volví de Sydney con el oro no había redes sociales y apenas hubo repercusión en medios de comunicación. Ahora hay mucho más interés y visibilidad”.
La piscina de Parets del Vallès, su ciudad natal, lleva su nombre y cada vez que pasa al lado se emociona, no solo por el hecho en sí sino porque le puso su nombre Sergi Mingote, exalcalde, alpinista y amigo suyo, fallecido en 2021. Juntos habían cruzado a el Estrecho a nado en 2017 para recaudar fondos para APINDEP, entidad que trabaja por la integración de personas con discapacidad. Actualmente Luque colabora con Ona Foundation y Adapta2, que trabajan en la inclusión a través del deporte de personas con diversidad funcional, dando charlas en colegios contando su experiencia deportiva y vital. Les explica que su discapacidad no le ha supuesto un problema para llevar una vida normal, hacer deporte y tener una familia. Que el deporte le ayudado a estar mucho más activo y llevar una vida mucho mejor. “Cuando los niños ven a una persona con discapacidad similar a la suya, que se esfuerza y que puede llegar a una olimpiadas les hace creer que pueden ser igual o mejores que yo. Es un orgullo poder ser un referente para ellos, que eso les dé una ilusión para hacer deporte”, apunta.
Aunque ve lejana aún la retirada, tiene claro que el día que deje de competir no se alejará de la piscina. “Quiero seguir disfrutando de todo lo que me ha dado este deporte”.
Suscríbete para seguir leyendo