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“A mí me salvan la belleza y verdad de la poesía, como pedía Nietzsche”

Un recorrido que se inicia en los teitos de Somiedo, continúa por las calles de París y La Sorbona, y desemboca en una cafetería ovetense. Este itinerario se aprecia en la línea de escritura de Servando Cano. El poeta asturiano, que asumió el poder de la naturaleza transfiriéndolo al verso en “La lengua del mirlo” (Premio Ateneo Jovellanos) y “Piel de trigo” (Premio Ciudad de Salamanca), ha publicado recientemente “El río para verte no va al mar”, en exaltación contenida de esa llave que es el tiempo. También ha llegado a las librerías “El corazón cansado de la aldea”, (Voces y lugares de Somiedo), en que hay geografía del recuerdo, imbuida de atributos literarios. Un atardecer de Somiedo y la luz de una calle parisina pueden tener el mismo encanto. El amor es recurrencia y trascendencia; el hilo invisible que navega por su poesía.



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