Qué paradójico lo de la damnatio memoriae en la era de la información y las tecnopromesas: el mundo entero podría caber en un dispositivo sofisticadísimo, augurio de un futuro mejor, y, aun así, algunas historias permanecen inaccesibles, algunos linajes literarios siguen pudriéndose en carpetas cerradas con candados y contratos. El larguísimo y constante proceso de desmantelamiento de la voz de las mujeres ha dado como resultado una necesidad de anclajes genealógicos que nos ayuden a resignificar nuestra identidad desde la configuración de una tradición nueva, fresca y propia: nosotras no tenemos necesidad de la ausencia, sino de la influencia.
Esa genealogía se quedaría coja sin un puñado de malas mujeres, desobedientes y tranquilamente rebeldes, como Alba de Céspedes y Bertini (Roma 1911-París 1997), una escritora italo-cubana que ya en 1926 empezó a escribir historias incómodas para Mussolini; esa intolerable transgresión la llevaría a varios procesos judiciales e incluso a pasar una temporada en la cárcel. Celebérrima en vida y un nombre fundamental del panorama cultural de su momento, terminó olvidada, como tantas otras. Afortunadamente, Mondadori y Seix Barral están rescatando a toda la troupe de chicas malas de la autora.
En 2022 reeditaron su “Cuaderno prohibido” (1950), una novela fundamental sobre la escritura sin un cuarto propio, en una mesa de cocina, que narra la traición de la democracia a la mujer como sujeto político y como ser humano con derechos. Esa madre que compra un cuaderno un domingo en el que solo era legal la venta de pan y tabaco es una chica mala más, que al pensar su vida para escribirla reconoce que está casada con un señor soso que la llama mamá y que ha parido y criado a un perfecto inútil. La historia de sus sacrificios, de su compostura burguesa mantenida en apariencia y la tentación de un amante, que sí la ve y la llama por su nombre, pasan a un segundo plano ante la monumental historia de espejos (narrada con preciosa sencillez) que constituye el retrato especular de su hija Mirella: otra chica mala, trabajadora, libre, guapa, bien vestida y bien instruida.
Los celos de la madre solo son sobrepasados por su admiración y su alivio al constatar que Mirella no es sosa, inútil o imbécil. Una historia que cimienta la contracultura intrínseca a ser mujer en el siglo XX y que nos sigue hablando a 74 años de su publicación.
“Una esposa ejemplar” es la segunda novela de la autora, que incluye un comentario suyo escrito a posteriori: Alba dice desde la tumba que se avergüenza de cómo concebía (y narraba) el amor. Como Alessandra, la esposa ejemplar, la autora sufrió los espantos cotidianos del matrimonio, se enamoró de un Francesco y participó en la resistencia partisana durante la II Guerra Mundial. Siempre fue tentador tomar como autobiográfico lo escrito por las autoras, aparentemente seres sin capacidad de inventiva, abocadas a narrar su propia experiencia.
Sin embargo, ese epílogo, las similitudes y la propia arquitectura del texto nos invitan a pensar que estamos ante un testamento diseñado como un astuto juego literario de impecable ejecución. Más que ante una novela de formación, más que ante una novela romántica, estamos ante La Novela: lo tiene todo. Quien se acerque a este libro, que evite leer resúmenes y sinopsis, que se adentre en la trama dejándose atrapar por sus múltiples capas: la historia de amor romantiquísima vivida por la madre de Alessandra (obviamente extramatrimonial, porque el padre no solo es inútil, soso e imbécil, sino ausente, cruel, vengativo, silenciosamente violento), su primer enamoramiento tímidamente lésbico, su matrimonio con Francesco, su emancipación, su instante de gloria absoluta y el juicio y condena finales. Es una obra de arte total, que recorre con precisión todos los ciclos de la vida de Alessandra, también los tuyos, y los míos.