Coque Malla confiesa haber pasado “noches sin dormir” pensando en cómo estructurar el directo de su nuevo disco, Aunque estemos muertos, que presenta el 9 de marzo en el Palacio de la Ópera. Se ha decidido por tocar el disco entero y luego pasar a los hits. Y funciona. “Es brutal”, asegura. Su voz transmite que está feliz de volver a los escenarios.
A finales de 2022 visitaba A Coruña con El último viaje del astronauta gigante y anunciaba que se bajaba durante un tiempo de los escenarios. ¿Ya necesitaba regresar?
Lo que pasa es que nosotros, los músicos, nos pasamos la vida tocando y encima del escenario, y cuando nos planteamos hacer un parón de un año, pues nos parece muchísimo tiempo. De hecho, se ha hecho muy largo. Larguísimo. Yo creo que nunca he estado tanto tiempo sin tocar. Yo lo planteé como una despedida porque iba a estar un año sin tocar y descansando y luego haciendo el disco. Al final todo va tan rápido que parece que me fui antes de ayer y he vuelto ayer. Pero ha pasado un año. Para mí eso es una eternidad. Más de un año que ha servido para presentar ese Aunque estemos muertos que has querido transmitir en él.
Un año tras el que ha vuelto con el disco Aunque estemos muertos. ¿Qué ha querido transmitir en él?
No lo sé, creo que no he querido transmitir algo. Yo no me planteo las historias que cuento en los discos como algo que quiero transmitir, sino algo que siento y expreso a través de las canciones. Y eso a veces conecta con la gente porque, al final, yo creo que tenemos muchísimas cosas en común. Somos en el fondo muy básicos. Mi padre decía eso siempre y creo que tenía razón. Estamos hechos de cuatro cosas. Nos complicamos a veces mucho, pero al final somos sexo, hambre, instinto de supervivencia y pocas cosas más. Y en torno a esas cuatro cosas gira el arte. Este es un disco que habla de pérdida, de la idea de la muerte tomando forma de una manera muy consciente, cada vez más. Creo que eso es lo que te trae la edad. La edad hace que la muerte deje de ser una cosa abstracta y se convierta en un algo cada vez más real. Y eso, paradójicamente, ha dado un disco con una vitalidad muy fuerte. Es un disco muy luminoso, a pesar de que hable o viaje por zonas oscuras del alma y de las preocupaciones que tenemos dentro.
Da la sensación de que hablar de la muerte quita un poco la presión sobre ella, se elimina el tabú.
Sí. Yo creo que es una liberación. Pero soy algo pesimista, creo que hablar de ello es una liberación momentánea. Al final la idea es angustiosa y liberarse de ella es imposible. La única liberación sería que viniesen unos marcianos y encontrasen la cura a todo y fuésemos inmortales y felices. Pero si no, más que liberarse de esa sensación es aprender a vivir con ella. Y, sobre todo, es una tópico, pero hay que valorar la vida mientras dure. Más que perderle el miedo, que es muy complicado. Sobre todo cuando es la muerte de los demás. Con filosofía, religión o trabajo personal puedes llegar a colocar la idea de tu muerte en un sitio que no moleste. Pero la de los demás, la de los seres queridos, esa no hay manera de colocarla, más que sufrirla y vivir el duelo.
Leí que decía que este era el disco del que más orgulloso se sentía. Y eso que tiene más de diez. ¿Por qué justo este?
Yo creo que ha habido un nivel de riesgo, de experimentación, un gesto de salir de la zona cómoda, de la zona de confort. Habíamos descubierto como una mina de oro con ese pop mezclado con instrumentación sinfónica que empezó tímidamente en Termonuclear, explotó en El último hombre en la Tierra y luego seguimos desarrollando en Irrepetible, a pesar de que era un disco en directo, y Revolución. Hemos escapado de eso que podía ser muy tentador. Yo creo que podíamos haber hecho otro disco con arreglos sinfónicos, pero quise romper esa jaula y hacer algo totalmente diferente. Que quitar los arreglos de la ecuación nos obligara a buscar otra manera de enriquecer las canciones con la banda, con las guitarras, con los climas, con los diferentes planos… Sabía que eso nos iba a colocar en otro punto mental y que eso iba a generar un disco totalmente diferente. Entonces de eso me siento muy orgulloso y me siento muy orgulloso de haber conseguido un disco en el que el clima, eso que a veces llamamos un poco pedantemente concepto, es como perfecto. Es como una película, un pequeño viaje de 45 minutos del que no sales desde que entras en él hasta que acabas.
Ha dicho que es un disco para escuchar en orden. ¿Intenta escapar del algoritmo?
No me lo planteo en esos términos. Me lo planteo como que es mi forma de contar las cosas. Me gusta contar las historias así, con un principio, una introducción y un clima en el que vas entrando. Yo creo que es mucha herencia de mi pasión por el cine. En mis discos yo creo que hay muchos fundidos a negro, transiciones, climas que luego pasan a otra escena. Incluso en las propias canciones pasa eso. En los directo también hay una narrativa muy cinematográfica, muy teatral.
Hablando de ese amor por el cine, hace unos días se estrenó la película Buscando a Coque. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Estoy feliz de formar parte de ese proyecto, porque cuando me llegó, pensé “madre mía, como esto no me guste, les hundo la película, porque se llama Buscando a Coque y están todo el rato hablando de mí y sonando mis canciones”. La responsabilidad era tremenda, pero me gustó muchísimo el guión y entonces acepté hacerlo. Me sumé al juego de burlarme de mí mismo, que es muy sano y muy divertido. Luego, cuando vi la película terminada, flipé. Me parece una joya, una comedia exquisita.