Al Levante nunca le han sobrado motivos para dejarse la piel sobre el terreno de juego. Es un club que, por su historia, sus valores y su afición, merece tanta entrega como respeto como admiración. Pese a ello, si siempre ha contado con el respaldo de todo lo que le rodea para conseguir lo que se proponga, desde la tragedia de Campanar, para lamento y tristeza de su gente más próxima, no le falta ni un mínimo argumento para brindar todos sus éxitos al cielo. Aquel que, desde el pasado 22 de febrero de 2024, luce más azulgrana que nunca por su pasión incondicional hacia el equipo de su vida y por una familia, admirable como pocas, contagiada por sus colores.
El Levante, durante la mañana de ayer, anunció en sus canales de comunicación, con permiso de los padres del adulto fallecido, la pérdida de dos de sus abonados en el peor incendio en la historia de la ciudad de Valencia: Ramón Ferrer Serra y su hijo Víctor Ferrer Bataller. El club granota, que mostró su preocupación el pasado sábado debido a «las noticias del fallecimiento de un abonado del club y de su familia», decretó cinco días de luto como entidad en los que eliminará cualquier actividad que no sea relacionada con lo puramente profesional y deportivo. Entre otros eventos, el Levante anuló una visita de Sergio Lozano y Leire Baños al Colegio Hermanas Mantellate de Marxalenes, una cena con la peña ‘Sin Tregua’ y las entrevistas solicitadas por parte de los medios de comunicación. Una muestra de duelo que tendrá su culminación en el encuentro contra el Sporting de Gijón, donde se está preparando una acción en homenaje a todas las víctimas, especialmente a los abonados y a su familia.
Sin embargo, Orriols les rinde homenaje desde hace días. El Ciutat de València luce con bufandas y ramos de flores en memoria de Ramón, Víctor y su familia, con mensajes de afecto y cargados de cariño que son muestra de lo queridos que fueron y serán siempre. La salida del túnel de vestuarios está ocupada de los mismos y, por supuesto, también su localidad en el templo granota. Ramón, procedente de una familia puramente levantinista, que ha vivido cada uno de los capítulos de la entidad a lo largo de su historia, heredó su sentimiento por el club procedente de su padre y lo extendió a su mujer y a sus hijos. Accionista y abonado desde el año 2000, y con su asiento número 93 en la fila 20 de Gol Alboraya, difícilmente fallaba a su cita con el Levante cada domingo. De hecho, fue peñista de Granotes Barcelona y Penya Tòtil, y su hijo mayor ya presumía de poseer el pase de simpatizante, de carácter simbólico para los menores de 4 años. La pérdida de Ramón Ferrer Serra, Víctor Ferrer Bataller y su familia causa un dolor infinito en la afición levantinista, al igual que las víctimas de la tragedia de Campanar. El Levante, además de presumir más que nunca del aliento que sentirá desde arriba, nunca olvidará a sus incondicionales. Desde el fatídico 22 de febrero, el cielo está teñido de azulgrana.