Pogacar enloque otra vez y se cubre de épica en la Strade Bianche
No hay tiempo ni para preparar la comida. No hay regla de conciliación que valga. Ni siquiera el bello arte de cerrar los ojos pensando en que quedan 80 kilómetros para la meta y que es un instante plácido para relajarse y comenzar a meditar la crónica a escribir. Con Tadej Pogacar en acción vale cualquier cosa menos el aburrimiento y hay que olvidarse de comer o tomar un tentempié pensando que la carrera acaba a las 5 de la tarde.Hasta podrá parecer, en el buen sentido de la palabra, que es un chalado sobre una bici, donde no cuenta el ahorro y sólo vale reventar o morir en el intento. Y, encima, le da igual el terreno, que se circule por una autopista hasta meta o que se ruede por caminos de tierra, embarrados, con piedras y agua, de los que manchan la bici y de los que obligan al máx...