En los gritos de Paula Badosa tras acabar cada uno de sus partidos hay más liberación que felicidad. Baila, se divierte e interáctua con el público la tenista catalana tras sus victorias, que dan buena fe del renacer tenístico de alguien que hace no hace tanto alcanzó el número dos del mundo. Pero sobre todo, muestra la rabia de alguien que siente, por fin, que está recuperando el sitio que le pertenece tras haber pasado por un proceso tortuoso en el que, después de rozar la cima, vio como todo lo que podía ir mal ha ido peor. Sobre todo desde que el año pasado en el Foro Itálico de Roma su vértebra L-4 dijo basta, fracturándose por estrés y torturándole desde entonces, descabalgándola fuera del top-100 (llegó a caer hasta el puesto 140). Hasta que volvió a Estados Unidos. A sus Estados Unidos.
La ex número dos se metió, tres años después de lograrlo en Roland Garros, entre las ocho mejores de un Grand Slam tras ganar a Fayan Wang y jugará por primera vez en su vida en la imponente pista central Arthur Ashe por plantarse en las semifinales, el que sería el mejor resultado de su vida en un ‘major’. Lo hará contra la estadounidense y local Emma Navarro, que derrocó a la vigente campeona Coco Gauff y a buen seguro pisará la cancha convertida en heroína local. Aunque eso no será problema para Paula, que a pesar de que luce la bandera española también siente Estados Unidos como su “casa”.
“Jugando aquí me siento segura. Siempre me animáis y me dais mucha fuerza. Es el lugar donde más me gusta jugar”, ha reconocido la tenista catalana, nacida hace 26 años precisamente en Nueva York. Un dato que conoce la grada de Flushing Meadows, que la recibe como una de los suyos. Como lo lleva haciendo Estados Unidos desde el verano, coincidiendo con su nuevo florecer tenístico. Tras renunciar a los Juegos Olímpicos, conquistó en Washington su primer título desde 2022 y alcanzó las semifinales de Cincinnati. Era un anticipo de lo que se venía, las señales de que Badosa estaba de vuelta, como se está confirmando en el cuarto Grand Slam del año.
Única española en liza
Con Carlos Alcaraz fuera de combate, Badosa emerge como única superviviente española en ambos cuadros del US Open. Y se ve en la batalla, lista para mirar a la cara a cualquiera. Pero no olvida, todavía no, lo que ha pasado en los últimos tiempos. “No quiero llorar porque el año pasado me tuve que retirar aquí, no pude jugar este torneo y fue muy duro. Estar de vuelta aquí un año después con mi mejor resultado en un Grand Slam es un sueño hecho realidad”, señaló tras pasar por encima de la china Wang por 6-1 y 6-2 y plantarse en los cuartos de final del US Open.
Viajó hasta Nueva York, pero se resintió de esa vértante que tantos quebraderos le ha dado antes de debutar, y ya no volvió en el resto de la temporada. “Hace unos meses pensaba en retirarme, en dejar el tenis. Dejé de creer en mí misma, no respondía ante la lesión que tenía… Así que volver a ser una de las mejores jugadoras del mundo es un sueño hecho realidad”, incidió, remarcando que esa dinámica se extendió, entre inyección e inyección de cortisona, hasta el Mutua Madrid Open de este año, a donde llegó con un balance de ocho derrotas por solo seis victorias y donde tocó fondo, cayendo en primera ronda ante Jessica Bouzas.
“Ahí hice un punto de inflexión. Estuve muy mal, pero intentando buscar soluciones en tema médico, físico, psicólogo Creo que todo el mundo a mi alrededor pensó ‘se ha vuelto loca’. Romper con todo me va a ayudar, empezar desde cero, estoy fuera del 100 y ahora cada partido va a ser una batalla. Confiaba en mí, pero solo tenía miedo en mi espalda”, asegura una Badosa volvió “a lo que tenía en 2021, que eran mis preparadores físicos David y Dani”.
Ya en el top-20
Desde entonces, todo carbura. Ya está virtualmente entre las 20 mejores del mundo, de nuevo. Y vuelve a disfrutar a su estilo. Ese que le lleva a dominar en la pista, pelotazo arriba pelotazo abajo, todos venenosos y dañinos. A fin de cuentas, llevando la iniciativa de los puntos. Así, los partidos están en su raqueta y solo así, mandando, se siente agusto. Así, y con un solo objetivo, como ella misma remarca.
“Con todos mis respetos, el tenis no tiene sentido si no estoy en la cima”, deja claro. “Quiero jugar en grandes escenarios, las últimas rondas de cada torneo, ser una de las mejores jugadoras del mundo; es cuando de verdad me siento motivada y emocionada; si no, para mí estar en el ranking en el que estaba hace dos meses, no tenía ningún sentido. Me cuesta mucho mentalmente estar en esa posición. Lo que me hace feliz cada día es estar donde estoy ahora mismo”.
E incide, ambiciosa. “Siempre supe que si mi espalda respondía bien, tenía el talento para volver a la cima. Solo necesitaba que mi parte física respondiera, porque la mente y el tenis estaban ahí. Tenía fe en mí misma. Aún me quedan pasitos por dar, pero creo que voy por el camino correcto”. Próxima parada, este martes, frente a Navarro, para llegar a donde nunca llegó.