De Padrón salió y a Padrón llegó una etapa parecida a los pimientos de la localidad, famosos en el mundo entero. Cuando creías que no salía ni uno picante, el último, te deja la boca como si tuvieras un incendio alrededor de la lengua. Cuando daba la impresión de que el día iba a acabar apuntando simplemente el nombre del vencedor como el primero de la clase en la fuga autorizada, surgió Primoz Roglic, como el pimiento rebelde, y puso la etapa tan tensa que Ben O’Connor, el líder, sacado de rueda, se dejó 37 segundos de renta.
Fue un día de circuito, donde sólo se recuerda una recta como Dios manda en 166 kilómetros. Podía ser la etapa tonta, ciclistas que no pelean por la general y que aprovechan los días previos a una llegada en alto para fugarse. Inicio de locura, como la gente que se acercó al Campus Tecnológico Cortizo, una empresa que dio fiesta al personal para que disfrutase de la Vuelta y con todo Padrón volcado, con los vecinos puestos en la calle para mirar la caravana de coches, lo nunca visto, como si se hubiesen inventado una playa en el término municipal.
Ganó un irlandés llamado Edward Dunbar que nunca había conseguido una etapa de una gran ronda. Hasta aquí, todo perfecto porque nadie se movía, porque dejaban larga vida a la escapada y porque todos parecían que corrían pensando en las dos llegadas en alto consecutivas programadas para jueves y viernes, en la estación de montaña de Manzaneda y en el Puerto de Ancares, ya en tierras leonesas.
La ofensiva
De repente, como si se abriera una caja de sorpresas, el Red Bull de Roglic puso un ritmo endiablado en un puerto que se llamaba Cruxeiras, catalogado de tercera categoría, pero con más malas pulgas que el pimiento picante. Todo se fue a hacer gárgaras. Roglic se quedó al frente vigilado siempre por un Enric Mas que parece otro. Los dos iban a relevos y por detrás se formaba un vía crucis, siempre con O’Connor en los puestos rezagados.
O’Connor, el mismo que había superado los montes de Granada con sobresaliente, bonificación incluida aquel día en la meta, se cortó. Se le veía pedaleando con poca consistencia, mientras Landa se unía a la fiesta de Roglic y Mas, a la vez que arrastraba a otros invitados como Carlos Rodríguez.
En una etapa que tal vez era la menos complicada de la semana, el día que Wout van Aertdecidió tomarse unas vacaciones, con la fuga decidida, hasta 39 ciclistas se habían escapado, O’Connor vio las tinieblas como si el cielo se le hubiera caído sobre la cabeza. Solo se quedó, sin el calor humano de un equipo que lo había protegido a la perfección en la escala de la Vuelta por Galicia, con tiempo agradable y hasta con las nubes escondiendo el sol justiciero que arreó por Andalucía.
La justificación del líder
“No ha pasado nada grave”, trató de justificar el líder australiano de la Vuelta, pero volvió a evidenciar que es un ciclista irregular a pesar del error general de hace una semana cuando se dejó que llegara en la sexta etapa con más de seis minutos de ventaja.
Roglic parece que desaparezca en algunas etapas, pero está siempre corriendo con los ojos abiertos y con la evidencia de que cuando demarra sólo Mas puede seguirlo, aunque poco después, casi por arte de magia, aparece siempre Landa para que entre los tres dejen claro que son los más fuertes de la carrera. Richard Carapaz, de tercero a cuarto de la general, también falló un poco y perdió 14 segundos.
Este jueves el día será más duro, aunque menos que el viernes. En el autocar del Movistar, a Mas se le ve contento mientras recupera fuerzas con la mascarilla puesta, porque vuelve a haber contagios en el pelotón, que sigue siendo el lugar del mundo mundial donde el covid parece moverse a sus anchas cuatro años después de la pandemia.