Lo recordamos por el papel de Rai, el joven de buena familia, arrogante y con mucho morbo, que descolocaba al chulito de Pol (Carlos Cuevas) en esa serie de éxito que ha sido ‘Merlí: sapere aude’ (TV3 y Movistar Plus+). Pero Pablo Capuz (Barcelona, 1994) ya había intervenido en otras series, películas y obras de teatro desde que decidió cambiar sus estudios de medicina por la interpretación. Tras la internacional ‘El regreso de la espía’, ahora es el asesor del presidente en ‘Los mil días de Allende‘, miniserie chileno-argentina-española, donde es el único actor español.
La 2 emite este miércoles, 28 (21.45 horas) el capítulo 3 y 4 y en RTVE Play se podrán encontrar los cuatro episodios.
La historia se cuenta a través de su personaje. Hábleme de él.
Manuel Ruiz es el asesor político personal de Allende, un personaje basado en la figura real de Joan Garcés. Estaba estudiando un máster en la Sorbona, en París, y llega a Chile a escuchas de que hay una figura, Salvador Allende, que está transicionando un socialismo hacia la libertad en Chile y él quiere conocer más, debido a que en su país, España, hubo una guerra civil y una dictadura. Y se convierte en la enciclopedia andante y brazo derecho de Allende. El 11 de septiembre de 1973, día del bombardeo, del golpe de Estado de Pinochet, Allende le dice A Ruiz que salve su vida, que abandone el palacio porque debe ser él quien cuente la historia.
¿Y es lo que ha hecho Garcés?
Efectivamente, su vida se ha basado en contar lo que ha ocurrido en Chile, en defender a las víctimas torturadas y asesinadas e indemnizarlas. Aún vive y la productora lo ha entrevistado para conocer más sobre su figura y su relación con Allende. Nunca ha vuelto a Chile desde que ocurrió aquello, pero ha liderado un equipo de abogados desde 1990 y fue quien consiguió que acusaran a Pinochet. Tiene un Nobel por la defensa de los derechos humanos.
¿Y cómo llegó a usted ese papel?
Tanto el director de ‘casting’, Roberto Matos, como la creadora de la serie, Leonora Gónzalez, deciden buscar a quién hará al joven español. Roberto me conocía por ‘Merlí: sapere aude’, y se había quedado con mi rostro, pues querían que fuera peculiar. Por su parte, Leonora encuentra una foto mía y piensa que mi mirada es la que tiene Ruiz. Al reunirse, ven que habían pensado en la misma persona. Solo me hicieron el ‘casting’ a mí.
¿Cómo fue trabajar con intérpretes chilenos?
Ha sido un gustazo trabajar con actores y actrices de primera línea de Chile. Alfredo Castro, que es una figura conocida, respetada y avalado por muchos premios, cuando me cogieron, me dijo por Whatsapp: «¡Enhorabuena! ¿Dónde puedo ver tu trabajo?». Yo esperé dos minutos, porque pensé: «¿Qué le digo a este hombre?». Pero inmediatamente me dijo: «No es para juzgarlo. Es para respetarlo». Me pareció muy bonito. Es una persona muy humilde, he aprendido mucho de él. Y me escribía en mi estancia allí: «¿Tienes calefacción?». «Oye, va a haber un corte de agua en las próximas horas».
Los grandes a veces son los mejores…
Sí, todo el elenco es gente humilde, muy talentosa, con un oficio en la espalda que me ha impresionado mucho. A veces, entre la gente joven hay mucho ego y me sorprende mucho, porque estamos empezando.
“Me conmovió pensar que han pasado 50 años del golpe en Chile y la ultraderecha está en auge en el mundo”
Aquel fue un golpe de Estado al Gobierno… y a la democracia.
Cuando rodamos la huida de Ruiz, había un croma azul para luego poner unos tanques. Estaba lleno de soldados y vinieron unas 25 personas de la ultraderecha con megáfono, chillando por una nueva ley de educación sexual, y gritaron que Allende era un borracho. Y empezaron a insultar al director. A mí me sirvió mucho, lo jugué a favor. Me conmovió pensar que han pasado 50 años y la ultraderecha está en auge en todo el mundo. Es terrible.
¿Lo había estudiado en el cole?
Había escuchado de Allende y de Pinochet, pero lo justo. No obstante, al grabar en el Palacio de la Moneda se me encogía el corazón. Porque las bombas cayeron allí. Y yo salía por la puerta por donde muchos huyeron. Se me pone la piel de gallina.
Esta es su segunda serie internacional. ¿Es más fácil ahora trabajar con tantas plataformas?
Hay mucha producción, mucha demanda, pero también somos muchos actores y actrices. Y a veces se coge a gente que no lo son para un papel. Es complicado, porque yo, además, quiero encontrar personajes interesantes, como el de esta serie, que escapa de los cánones que dan a actores jóvenes. Me veo en papeles como el de Ben Whishaw -actor con el que me siento muy identificado, al igual que con Eddie Remayne – en el filme ‘Passages’, de Ira Sachs. Me gustan esas masculinidades diferentes.
“En ‘Merlí: sapere aude’, sentí presión, porque venía de ser un éxito y Rai era un personaje muy alejado de mí”
Lo de los ‘castings’ debe de ser difícil.
Mucho. En los seis primeros meses de 2022 hice una barbaridad: uno cada dos semanas. Quedas finalista y te dicen a los tres meses que no. Y agradecido de hacerlos, ¿eh? Pero supone mucho tiempo, dinero y desgaste. Es el trabajo que no se ve.
Cómo triunfó con su trabajo en Merlí. Con ese Rai, tan atractivo…
Lo disfruté. Aunque sentía presión, porque Merlí venía de tres temporada de éxito. Y, además, Rai era un personaje muy alejado de mí.
Pues nos lo creímos totalmente: tan arrogante, con tanto morbo….
En la primera temporada me daba miedo ver cómo lo recibirían, pero el ‘feedback’ fue muy bueno. A la gente le gustaba mucho ese chico que le rompía la cabeza al protagonista, que todo lo conseguía. Y que tenía unas relaciones familiares extrañas con su tía. Sexualmente era muy abierto, muy contemporáneo. Y tenía ese humor ácido que me lo hacía pasar un poco mal para colocarme.
¿Y qué será lo próximo?
Estoy en una residencia artística -que busca proyectos- con un monólogo que empecé a escribir en 2021. Tengo hasta abril para ensayarlo. Luego te dan tres o cuatro días para exhibirlo y para que vengan programadores a ver si puede encajar en la próxima temporada teatral.