Con la voz tomada a causa de un proceso catarral, Manuel Rivas (A Coruña, 1957) habla, en gallego, sobre su última novela, “Tras do Ceo” (Xerais), que sale a la venta mañana jueves. Se trata de una novela negra, salvaje y sin edulcorantes que forma parte de un proyecto literario que tiene por fondo la caza del hombre por el hombre y la depredación social y natural, una historia que invita al lector a reflexionar sobre la condición humana. El escritor y periodista gallego, cuyas obras han sido traducidas a más de veinte lenguas, estará el próximo mes en el Club FARO presentando esta historia, que se desarrolla durante una jornada de caza organizada para abatir a un jabalí con fama de asesino. Aunque no es su primera incursión en el género negro –en 2013 escribió “Todo é silencio”, que quedó como una de las finalistas del Premio Hammett de Novela Negra–, en “Tras do Ceo”, juega con marcas propias del género e incluso hay, adelanta, “una especie de parodia al ‘thriller’ que lleva a un género radical”.
–No sé si podría decirme qué número hace esta novela en su obra literaria.
–No las he contado, porque para mí son todas como un mismo libro. Cada libro, y con esto digo novela, poesía, ensayo, obra de teatro…, son escalones de una misma escalera. Evidentemente, cada uno tiene su propia identidad y quiero creer que son escalones que nos van llevando hacia arriba, aunque de vez en cuando también está bien caer y levantarse. Yo no habría escrito “O lápiz do carpinteiro” si no hubiese escrito antes “A lingua das bolboretas” y tampoco habría escrito ese cuento si antes no hubiera escrito el poema “Pan negro”, y la simiente de todos ellos está en “Libro do Entroido”, que fue mi entrada en la vida literaria. Como digo, un libro lleva a otro, cada uno de su propia especie. Quiero verlos como un espacio de emancipación de los pensamientos donde fueron nacieron diferentes cultivos que hacen un todo.
–¿De qué especie es “Tras do Ceo”?
–No voy a decir que es mejor porque no viene a cuento, pero si algo conseguí es que es ciertamente diferente y después de escribir algo como esto también sales algo diferente en el sentido experiencial. Escribir sirve para entender la sociedad en la que vives y tras cada libro sales con la mirada más ancha. Escribiendo esta historia viví momentos en los que me reía de lo que decían algunos de los personajes y al mismo tiempo me horrorizaba otras cosas que decían y hacían.
–¿Le pasa siempre? ¿Es una persona diferente cada vez que termina una novela?
–Sí. Escribir es una experiencia de vida también. Evidentemente, escribes una novela porque no puedes contar esa historia de otra forma y por eso me cuesta explicar lo que escribo en una entrevista. Precisamente la literatura nace para describir lo complejo, lo inesperado, lo imprevisible, lo irregular, lo que está fuera del alcance de la vista. Para mí, la primera herramienta del escritor es la escucha. Me gusta mucho estar en el mundo, abrazar el mundo.
“La primera herramienta del escritor es la escucha”
–La trama se desarrolla durante una batida de caza, en la que el blanco es el Solitario, un jabalí con fama de asesino. ¿Estamos ante la lucha del hombre contra una fuerza de la naturaleza o ante ese afán de dominación que muchas veces muestra el ser humano?
–Tiene más que ver con la pulsión de dominación última que comentas. Se trata de un grupo de cazadores que tienen en común la pulsión, sobre todo el que hace de capitán de la cuadrilla, de dominio sobre las personas y el medio. La propia caza es un acto de dominio sobre la naturaleza y puede llegar a ser, en circunstancias, una especie de guerra contra la naturaleza, pero en este caso, esta voluntad de dominio se ejerce también sobre los compañeros. Es una especie de paradigma del dominio sobre los demás y la naturaleza, que es el origen de muchos problemas que vivimos y al que va unida otra pulsión: la de la codicia, el afán de posesión, incluso de las mentes, otro problema que vivimos en lo que llamaríamos el ‘tecnofeudalismo’.
–Esta cuadrilla va a auxiliar a dos senderistas, madre e hija, pero lo que empieza siendo una relación cordial acaba en un hecho dramático. ¿Pasamos tan fácilmente de la comedia a la tragedia? ¿Estamos tan crispados?
–Pienso que esto no es sólo de esta época, aunque vivimos un tiempo en el que todo es exponencial, acelerado. Hay comportamientos que nos sorprenden, como el del comisario de policía jubilado que asesinó a su exmujer y a la mujer con la que vivía en Barcelona, pero están ahí. A veces, hay un caminar simultáneo entre el infierno terrenal y el humor brutal, tumefacto. En la novela ocurre lo impensable, pero que pasa tantas veces, es decir, lo que empieza siendo un encuentro deriva en una cacería.
–La voz narradora es uno de los miembros de la partida de caza. ¿Cómo es este personaje?
–Dombodán es el más joven de todos y es una especie de hombre de confianza, de escudero, y el guía del jefe de la cuadrilla porque es quien mejor conoce la zona, ya que es el único que es y que vive allí. Forma parte de una familia campesina, forma parte del rural, aunque está pegado a ‘o chisme’, que es como llama al móvil y que lleva como si fuera un segundo cerebro. A través de él sabe todo. Es un persona con una mezcla de inocencia y de astucia, pero también de desequilibrio. El contrapunto a la pulsión de dominio, de poder sobre los demás que vemos encarnada en el capitán de la batida es su hermana, Chelo, un personaje que me hechizó, porque los personajes también van naciendo y tomando cuerpo, no los tienes en la cabeza.
–¿Qué papel juega en la novela el lugar donde está ambientada, Tras do Ceo, y que le da título?
–Tras do Ceo es una comarca de comarcas, un espacio psicogeográfico. No está exactamente en el mapa de Galicia, pero he querido que en él estuviesen presentes las distintas Galicias.
“Para mí cada libro es un escalón de una escalera, cada uno con su propia identidad”
–¿Cuánto hay del Manuel Rivas periodista en el Manuel Rivas escritor?
–Creo que mucho. Lo que tienen más en común el periodista y el escritor es la curiosidad, vivir en el asombro. Yo vivo en el asombro permanente. A veces asombrado, a veces divertido. No me pongo manguitos de periodista y luego el uniforme de escritor bohemio. No. Cuando hago periodismo me siento escritor y cuando hago obra literaria me siento periodista también. “Tras do Ceo” tiene mucho de imaginación, obviamente, pero es una imaginación que no me separa de la realidad, sino que me lleva a profundizar en ella y a ver zonas de sombra que sin la imaginación no vería. Tanto el periodismo como la literatura son los lugares de los porqués, los lugares donde se establecen las causalidades, ese tejido que es la vida y el mundo. Precisamente una de las desgracias que estamos viviendo es que muchas veces se llama periodismo a algo que renuncia a los porqués, a establecer la casuística. Parece que las cosas ocurren por azar, cuando detrás de una guerra siempre hay unos intereses y lo mismo sucede en cualquier otro acontecimiento.
–Ahora que habla de guerras. ¿Estamos anestesiados porque tras el impacto del primer momento pasamos a otra cosa?
–Esto es terrible. Es el triunfo de la indiferencia y, como bien decía Lois Pereiro, un queridísimo poeta, la indiferencia mata. De alguna forma, nuestras sensibilidades forman parte de las víctimas de esas guerras. Hay como una extinción de la sensibilidad. Todos sabemos que se pueden parar esas guerras, tras las cuales está esa pulsión de dominio y de codicia, pero no se paran. El triunfo de esa pulsión imperial de dominio que quiere imponer la uniformación y borrar la diversidad es el triunfo de la excitación destructiva sobre la excitación creativa. Llega un momento en que cosas como las que están pasando en Gaza nos parecen normales. Las grandes cabronadas de la historia buscan la intimidación, el miedo, y por tanto la invisibilidad y la impunidad.
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