Aterrizo en Eivissa y me saluda en el aeropuerto el despliegue de carteles que anuncian las atracciones musicales de la temporada. ¿Julieta, The Tyets, Mushkaa, acaso Guillem Gisbert, los nombres que salpican los programas festivaleros de este verano en la costa catalana? No, no, aquí todos estos son marcianos. Aquí mandan David Guetta (su eslogan: ‘F*** me, I’m famous!’), Martin Garrix, Black Coffee, Eric Prydz, Glitterbox…
En la isla pitiusa mayor, hace tiempo que el ‘dj’ suplantó a la estrella pop-rock y una figura que simboliza la evolución de un mundo a otro. El británico Norman Cook (The Housemartins, Fatboy Slim), habla de ella como “la capital mundial del ‘clubbing’” en ‘The evolution of Ibiza’. Un documental que, más allá de alimentar el mito hedonista y ensalzar las terminales discotequeras (lo firma AlphaTheta Corporation, propietaria de la marca tecnológica Pioneer DJ), desliza algunas dudas flotantes: el auge de la cultura ‘vip’ (a la vez deslumbrante y disuasoria), el decalaje con la oferta inmobiliaria de la isla (esos alquileres imposibles para los trabajadores del sector) y las fricciones con la ciudadanía que muy respetablemente desea vivir al margen la algarabía ‘clubber’.
Eivissa atrae a artistas y creadores desde hace muchas décadas. Por no ir más atrás, ahí están el ‘Ibiza bar’ de Pink Floyd, las ‘Islands’ de King Crimson o el ‘Tago Mago’ de Can. Pero siempre merodea la amenaza de que, en lugar de inspirar, se convierta en un decorado. Es simpático reconocer el paisaje del video de ‘Club Tropicana’, de Wham!, o esas dunas del islote de S’Espalmador en las que Katy Perry da brincos en su flamante ‘Lifetimes’ (clip grabado, al parecer, sin los permisos pertinentes), pero lo es más todavía reconocer la impronta ibicenca en discos y canciones: entre las estrofas de ‘Blue’, de Joni Mitchell, en los ‘beats’ de ‘Technique’, de New Order, o en la portada de ‘Voyager’, de Mike Oldfield. También en creaciones electrónicas modernas, de Sven Väth, Miss Kittin o Basement Jaxx.
Tengo la impresión de que Eivissa no se ha encargado de potenciar su carisma como lugar que ha excitado la creatividad, y de contarlo al mundo (y a sí misma). A veces parece que esta sea tan solo la isla donde Noel Gallagher tuvo una villa o donde Kylie Minogue se da fiestones todos los veranos. Tal vez tenga que ver con la naturaleza discreta de los ibicencos. Sería bueno que pensaran que, el relato de su éxito, si no lo construyen y encarrilan, es inevitable que otros lo hagan por ellos.
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