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España es la mejor Selección de la Eurocopa. No hay dudas. A la espera de conocer el rival en la gran final del domingo, Inglaterra o Países Bajos, nadie juega como los españoles, que se han convertido en una roca imposible de romper. Ni varapalos iniciales, ni estrellas como Mbappé ni nada. Las armas de la Roja son las mejores y ante el equipo francés volvió a dar una lección primero de reacción, leuego de fútbol y, por último, de una inteligencia y resistencia futbolística al alcance de los combinados llamados a levantar títulos.
Un España-Francia nunca es un partido cualquiera, y menos todavía en las semifinales de una Eurocopa. Estaba cantado. Ninguno de los dos equipos iba a salir en tromba a ‘comerse’ al rival. Este tipo de choques traen consigo una dosis extra de tensión que exige un periodo inicial de tanteo y estudio del rival. Aún así, ni siquiera en dichas circunstancias se presentaba un partido aburrido. A las primeras de cambio pudo adelantarse España. Lamine hizo la primera de las suyas, uno de esos centros envenenados que provocan dolores de cabeza en defensas y portero. El receptor fue Fabián, que llegó solo desde segunda línea pero su remate se marchó alto.
Del posible 1-0 al 0-1. A España le costó carburar en defensa por el costado derecho y Francia lo supo ver. Buscó y rebuscó a Mbappé que, en una de esas, colgó un balón ‘a lo Lamine Yamal’ que Kolo Muani cabeceó al fondo de las mallas en un triángulo de incertidumbre formado por Laporte, Cucurella y Unai Simón. El mazazo dolío, tanto que a la Roja le costó levantarse de la lona y los minutos posteriores dieron cierto miedo. El centro del campo no circulaba el balón con velocidad ni sentido y Francia encontraba espacios con demasiada facilidad cuando robaba el balón. Pero el equipo de Luis de la Fuente no había llegado a Semifinales como la mejor Selección de la Euro para despedirse de malas maneras. El contexto pedía una reacción de esas que deben liderar los ‘elegidos’ y Lamine Yamal volvió a confirmar que es uno de esos. Se echó, con sus 17 años de edad, el equipo a sus hombros y cambió el tono del partido. En el minuto 21 regaló una obra de arte a los españoles, franceses y alemanes postrados en las gradas del Allianz Arena que difícilmente olvidará. Un zapatazo desde fuera del área pegado al palo que dejó la estirada de Maignan en una anécdota.
España comenzó a galopar con Lamine Yamal sosteniendo las riendas a lomo de un bloque de jugadores que se negaban a dejar de soñar. Era cuestión de aprovechar la inercia y la Roja, entre muchas otras cosas, también es oportunista. En otra acción que nació de un centro de Lamine, el balón salió a la frontal del área y, tras algunos rebotes, cayó desde el cielo de Múnich a las botas de Dani Olmo, que ejecutó un control orientado mágico que rompió la cadera de Tchouameni. En posición de disparo, cruzó el balón superando a Maignan y el toque de Koundé no pudo sacar un balón que ya iba dentro. Era el minuto 25 y España había remontado y despejado las dudas iniciales. Con una ventaja, aunque mínima, España redujo su índice de riesgo y el partido perdió ritmo y frénesis. Entre otras cosas porque, Francia, la Selección a la que le tocaba dar un paso al frente, le costó salir de su naturaleza amarrategui. Con el 2-1, jugadores a vestuarios.
El segundo tiempo comenzó sin alteraciones de guion. España no se encerró, pero le dio a la batuta a Francia, que es quien debía reaccionar. Pasaban los minutos y las únicas aproximaciones de peligro francesas venían de pérdidas de futbolistas españoles. En el minuto 59 la Roja sufrió un contratiempo el forma de lesión. El físico de Navas, que no dejó de correr en todo el partido, dijo basta y en su lugar entró un Dani Vivian que se colocó en el centro de la zaga desplazando a Nacho al lateral. Desde ese instante Francia trazó su hoja de ruta: atacar la banda del madridista, que estaba fuera de posición. Tanto Mbappé como Barcola, que entró de refresco, causaron problemas aunque mínimos.
El choque entraba en su recta final. Francia dudaba si dar un paso al frente o no y España intentaba de enfriar el partido con posesiones largas. De la Fuente movía el banquillo en busca de aire fresco y la realidad es que la Selección sufría poco. Cabalgadas de Mbappé que terminaban en disparos desviados, balones a la espalda a la carrera de Giroud. Los españoles ganaban todos los duelos, o casi todos. Los suficientes al menos. En ataque, poco, pero Lamine trataba de sacudirse el dominio con otro zapatazo parecido al del gol que se marchó desviado.
Y si a España le faltaba algo, en los minutos finales también protagonizó una ejercicio de resistencia mayúsculo. Y no precisamente sufriendo. Francia no quiso salir de su naturaleza y España dominó los minutos finales con una inteligencia poco común en un equipo tan joven como el español. Nueva lección de fútbol. De todas sus diferentes vertientes. Nueva leccion a Francia y catapultados a una final en la que visto lo visto, soñar es una obligación. En Berlín, el próximo domingo, España luchará por ganar su cuarta Eurocopa, la tercera desde 2008.
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