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La timidez, la “epidemia silenciosa” que dificulta el sexo, la socialización y la carrera (y que también se cura)


¿Eres tímido? No estás solo. Una de cada dos personas en los países occidentales comparten esa condición, tan universal y atemporal que ya Homero escribió en ‘La Odisea’: “Se detuvo un instante, con el corazón turbado ante su umbral de bronce”, sobre un Odiseo intimidado cuando se encuentra con el rey Alcínoo. Han sufrido timidez gentes de todas las culturas, de todas las épocas; sus síntomas han sido magníficamente descritos en obras que van desde Shakespeare a Tennesse Williams, pasando por Stendhal o Rosseau. La historia de la literatura está plagada de ilustres tímidos, y también parece que existen más en países como Alemania y Japón, famosos por su rigor.

Ahora el psiquiatra Christopher André, uno de los grandes especialistas franceses en trastornos de ansiedad y depresión, se ha animado a escribir un ensayo, ‘La timidez’ (Arpa Editores), sobre esta forma específica de ansiedad social, la más común sin duda alguna. Como en todo, hay grados, advierte el autor: desde formas benignas de timidez o miedo escénico a fobia social, la patología mental más frecuente, solo por detrás de la depresión y el alcoholismo -aunque un gran número de bebedores compulsivos padecen en realidad fobia social, entre un 10% y un 50% según los estudios- o personalidad evitativa, que se caracteriza por la desconfianza y la evitación sistemática de nuevas situaciones interpersonales por parte del individuo que la padece, convencido de aquello de que “el hombre es un lobo para el hombre” y marcado por el miedo al ridículo y una paralizante sensación de no estar a la altura. 

Existen muchas definiciones científicas de timidez, más de 20 hasta la fecha según Christopher André. Tímido se confesó el mediático Françoise Miterrand, sin que ello le impidiera ser presidente de Francia por 14 años, y también los jóvenes que se enfrentan a su primera entrevista de trabajo, y cuesta decir lo que uno y otros comparten. La timidez no es una enfermedad sino una forma de ser que combina el malestar interior con síntomas perceptibles exteriormente, como el rubor, el sudor en las manos o el temblor en la voz. Y si bien la tendencia histórica por parte de los profesionales de la salud ha sido minimizar su importancia -“no es tan grave”- en la actualidad su tratamiento es un mercado al alza. La mayoría de los tímidos podrán salir adelante sin él, pero se ha demostrado que la tasa de suicidio es 12 veces mayor entre las personas que sufren fobia social y que está infradiagnosticada. En Francia los médicos generalistas solo consiguieron diagnosticar ansiedad a un 25% de los pacientes con fobia social, pese a ser los más afectados de todos los que tienen ansiedad social, alertó un estudio realizado en el marco de una amplia encuesta de la OMS. 

El genio solitario, una patraña

La timidez es una “epidemia silenciosa” por el carácter huidizo de quienes la padecen. Dificulta la vida sexual -una encuesta realizada entre prostitutas de San Francisco reveló que ellas creían que un 60% de sus clientes eran tímidos-, la socialización y la carrera profesional. El estereotipo del “genio solitario”, que es un incomprendido y se inspira en el aislamiento, es una patraña, advierte el libro, que recoge un estudio sobre grandes personalidades de todas las épocas que demuestra que entre las diferentes cualidades necesarias para triunfar saber comunicar y explicar se sitúan muy por encima del resto. 

Y si, pese a ser mal de muchos, la timidez perjudica y hace sufrir, lo lógico es intentar atajarla, igual que se acabó aquello de “parirás con dolor” o “lo que no te mata te hace más fuerte”, y en la actualidad nadie discute paliar el dolor como un fin de la medicina en sí mismo. “¿Estaríamos de acuerdo en dejar de ir al dentista porque las caries son normales?”, nos interpela el autor. La timidez se transmite de generación en generación ya sea por factores genéticos (transmisión puramente biológica) o heredabilidad (comportamientos adquiridos).

Un padre crítico y desmoralizador, junto con una madre afectuosa pero sobreprotectora, generan problemas de autoestima y son denominador común entre las personas con fobia social. Detrás de la ansiedad social a menudo late un acontecimiento traumático, que puede remontarse a las burlas en el patio del colegio, a la suma incomodidad en los primeros acercamientos sexuales en la adolescencia o a episodios que han tenido lugar en la edad adulta, como ataques de ansiedad al hablar delante de un grupo. Con independencia de los motivos de cada cual, la timidez puede mitigarse, pero conviene huir de “soluciones fantasiosas”, “inadecuadas”, “incompletas” o simples “buenos consejos” según los etiqueta Christophe André, y recurrir a “técnicas validadas” que en resumen serían determinados medicamentos y terapias. 

La píldora antitimidez no existe

En algunos casos se da una “evolución espontánea” que acaba con la timidez, debido a acontecimientos vitales o encuentros, pero conviene no fiarlo todo a eso, ya que existen más adultos tímidos que niños que lo eran. Y no existe una píldora antitimidez, como sí hay antibióticos para determinadas infecciones. El uso de los psicotrópicos puede servir para tratar algunos problemas psicológicos, ya que, a diferencia de lo que establecía el modelo psicoanalítico clásico, no siempre hay que ir a las fuentes del problema para buscar una solución duradera: se ha demostrado que actuar sobre el síntoma suele conllevar cambios en la estructura subyacente. 

Como ya saben actores, conferenciantes y músicos, tomar un comprimido betabloqueador una hora o dos antes de la actuación funciona contra el miedo escénico. Los antidepresivos ayudan a las personalidades evitativas y los individuos con fobia social, ya que les infunden ánimos para emprender un planteamiento psicoterapéutico. Los tranquilizantes son el pan nuestro de cada día para muchas personas tímidas, pero sus beneficios son limitados ya que rebajan la tensión pero el comportamiento subyacente (inhibición y evitación) prevalece. Las terapias cognitivo-conductuales guiadas por un profesional son las que han demostrado mejores resultados. Todo para que nadie diga, como Montesquieu, aquello de que “la timidez ha sido la perdición de mi vida”.



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