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La Barcelona criminal de Andreu Martín

Andreu Martín (Barcelona, 1949) es un escritor de una profusa obra, que abarca desde la historieta a la novela juvenil –donde es un hito la saga de su joven detective Flanagan– y de los guiones cinematográficos y de televisión a las obras de teatro. Algunas de sus novelas se han trasladado al cine, como “Prótesis” (1980), que Vicente Aranda adaptó como “Fanny Pelopaja” (1984). Aunque ha cultivado casi todos los géneros, siempre ha regresado a la novela negra y a su escenario preferido: Barcelona. Esto ha sido así casi desde sus comienzos, desde “Barcelona connection” (1988) a “Barcelona trágica” (2009), pasando por obras colectivas como “Barcelona negra” (2013). La ciudad condal se ha convertido en la atmósfera que han respirado sus personajes y tramas.

Es más, mantuvo ese mismo escenario cuando se sumergió en la novela histórica con “Cabaret Pompeya” (2012), donde, en una Europa devastada tras la Gran Guerra, la Barcelona de 1920 se transformaba en un paraíso de estafadores, especuladores, traficantes de armas y cocaína, espías, vendedores de secretos militares y mercaderes de señoritas. Una época en la que el sueño estaba en comprar lo imposible y esto se conseguía en los cabarets. Así, a través de ese music-hall, ubicado en la esquina de Conde del Asalto y el Paralelo, nos mostró las cloacas de la ciudad, donde la lucha de clases cesaba por unas horas, y obreros y señoritos firmaban una tregua para aplaudir a las mismas cabareteras, mientras sonaban los tangos “Milonguita” y “Confesión”. Al tiempo, en las calles, los matones del Sindicato Libre de la patronal se liaban a tiro limpio contra los obreros del Sindicato Único. Era la Barcelona de las pistolas, donde sonaba un bandoneón o “La Pulguita”, aquel cuplé popularizado por la Bella Chelito, bajo las balas y las bombas, o bebiendo una horchata en La Valenciana. De esa forma, Andreu Martín se unía a escritores que dibujaron esa Barcelona, como Eduardo Mendoza en “La verdad sobre el caso Savolta”, los trabajos históricos de Antonio Soler y de Paco Taibo II, “Apóstoles y asesinos” y “Qué sean fuego las estrellas”, respectivamente, o a la reciente película “La sombra de la ley”, dirigida por Dani de la Torre, donde también se nos ilustra sobre los preparativos del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera con el apoyo de la burguesía catalana para frenar el auge del movimiento obrero.

Ahora, con “La cuarta chica por la izquierda”, Andreu regresa a esa Barcelona de los cabarets, de las pistolas, del terrorismo de Estado y la acción directa anarquista, pero, en este caso, cambia el Pompeya por El Molino, conocido entonces como el Petit Moulin Rouge. Es la Gran Guerra y las grandes potencias europeas se desangran, mientras Barcelona es una pieza codiciada por todos en la neutral España. A su puerto llegan ilegalmente combustible y víveres, bajo la protección de las autoridades locales, y al cabo Ixent arriban submarinos alemanes. La ciudad bulle con el ruido en las calles, el fragor de los bares, el juego del casino y los espectáculos nocturnos. En ese escenario, nos presentará a Amadeu, un exseminarista de pueblo en busca de una bailarina con la que su padre pudo tener una aventura y de la que solo posee una pista: es la cuarta bailarina por la izquierda en una fotografía. Más tarde descubrirá que se exhibe en el Moulin Rouge barcelonés y se llama Amanda Rogent, una vedette a la que le encanta escandalizar y se desvelará como una femme fatale.

Todo eso es la máscara de una ciudad que oculta su lado oscuro, la parte corrupta y deshonesta, marcada por un escenario caótico de marineros, camareros, mendigos, gitanas que echan la buenaventura, soldados, prostitutas, hombres de negocios con sombreros de copa, arrieros, charlatanes, carteristas, borrachos, basureros, letraheridos que hablan muy circunspectos, bailarinas de cabarets que imitaban a Raquel Meller, la artista española más internacional de la época; las prostitutas de las calles de la periferia, los sicarios, los abogados corruptos, los anarquistas pagados por alemanes, el omnipresente Juan March en todas las refriegas de la época y el dinero y la política asegurando la impunidad. De fondo sonará el repique de las fichas del dominó sobre el mármol de las mesas del Café Español en el Paralelo, en tramas que destilan realidad protagonizadas por múltiples personajes del asfalto barcelonés.

cultura


La cuarta chica por la izquierda

Andreu Martín 

Alrevés, 440 paginas, 22 euros



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