Si la música fuera un mundo, en el cielo estaría el flamenco. Un cielo plagado de estrellas, las del ayer, las del hoy, y las del mañana. Ayer, en la gran final del concurso del Cante de las Minas, surgieron algunas de estas. Estrellas que bajaron del cielo a la mina, para volver a ascender con más luz si cabe. La noche comenzaba con los dos candidatos al premio Filón, de instrumentista flamenco. Lorenzo Moya al piano interpretó por tarantas y bulerías, armonizando con un estilo sumamente clásico-académico, y explorando sonoridades por octavas en el piano, y en diferentes modos musicales. Para la bulería, se acompañó de batería y bajo, creando espacios sonoros de contrastes entre intensidades, y dejándose notar cierta influencia del jazz. Por su parte, José ‘El Marqués’ volvió a hacer gala de sensibilidad por farrucas y aires de guajira, susurrando melodías con su violonchelo, lo que acabó valiéndole el galardón del Filón.
En la sección de baile, luchaban por el ‘Desplante’ la japonesa La Yunko Hagiwara, la onubense María Canea, y la franco-sevillana Laura Santamaría. La nipona sorprendió con un estilizado baile con mantón de Manila blanco y negro, por cantiñas. Girando sola, en la oscuridad del Mercado, hace énfasis del movimiento de sus brazos. A la entrada del compás, juega con la bata de cola, y tras una última mirada al público, abandona altiva el escenario.
María Canea interpretó una soleá por bulerías, con una entrada lenta. Varios remates rápidos, y su juego de pies, tronco y brazos determinaron la tónica general de su danza, además de un continuo recorrido de las diagonales de las tablas. Con una sucesión de giros y desplantes concluye, abandonando la escena.
Laura Santamaría, por su parte, bailó por seguiriyas. Directa como una flecha, a diferencia de sus competidoras, iniciaba su coreografía, contrastando las secciones lentas, de braceo, con las más rápidas, de escobillas y taconeo. Finalizó con un desplante magistral, con el compás acelerado. Finalmente, y tras el polémico fallo del jurado (muy criticado por los asistentes), recibió el premio la bailaora japonesa, La Yunko.
En lo referente al cante, ocho artistas expusieron sus coplas, aunque solo tres de ellos optaron a la Lámpara Minera, por los requisitos exigidos de interpretación de los palos flamencos. Estos fueron Gregorio Moya, Iván Carpio, y Jesús Corbacho. Los otros cinco artistas se decidieron por optar a otros premios menores de cante, como los premios por cantes andaluces, o el de cartageneras, con una dotación por premio mucho menor a los quince mil euros otorgados al ganador de la Lámpara.
El primero de estos tres artistas en hacer sonar su ‘quejío’ fue el manchego Gregorio Moya. Comenzó con una malagueña, algo cohibida, visiblemente nervioso, con un claro respeto a la Catedral del Cante y a su gente. Tras una primera copla de introducción, cambió su voz para hacerla más raspada en la segunda copla, acabando con un discreto melisma. Para la taranta y la minera sigue una línea similar, con un cante, sí es verdad, más intimista.
El onubense Jesús Corbacho también decidió abrir el cante por malagueñas, haciendo gala de su excelsa capacidad vocal y potencia sonora. Un exquisito melisma, condimentado por un acertado juego de dinámicas e intensidades, cerró la malagueña, para guiar hacia la minera. El palo de más peso para este concurso, y por el que fue premiado Corbacho con el Premio de Mineras del Festival. Una taranta mimada y cuidada precedió al último palo, una sublime guajira. Su mejor baza, sin duda alguna, llena de contrastes melódicos, armónicos, e incluso rítmicos.
El último candidato a la Lámpara, Iván Carpio, tomó el ejemplo de los sus dos contendientes, cantando en un inicio por malagueñas, con su voz soplada. La vibración de su voz transmitía una enorme seguridad, seguridad que trasladaría a su interpretación de la cartagenera y la Minera. Para acabar, cerró la categoría por seguiriyas junto a un rasgueo de la guitarra por todo lo alto.
Al final, fue el de Huelva, Jesús Corbacho, el que se hacía con la ansiada Lámpara Minera, entre vítores y aplausos. El Bordón Minero acabó en las manos de Joni Giménez, que con ello pasó de ser eliminado en la semifinal de 2023, a ganar en la edición siguiente, en un apretado duelo con el joven Marcos de Silvia.
Otro año más, se cierra el telón. Se apagan las luces, y queda vacía la Catedral del Cante hasta una nueva entrega. No por ello queda muda. Las minas no callan, y tampoco las estrellas. Unas luces cegadoras que, desde lo más ‘jondo’ de la tierra, quedarán grabadas en el firmamento de los cantes más sentidos jamás escuchados.