Fíjese. Estará ahí. Entre la marea de banderas que, cada año, jalea Eurovisión sobresale una que rara vez pasa desapercibida. Se ha vuelto casi un rito buscarla mientras se suceden las 26 actuaciones de la final. Pista: suele estar en el foso, muy cerca de los artistas. Justo en el lugar perfecto para que las cámaras la capten en plena efervescencia. Atento: se trata de la enseña de España serigrafiada con el nombre de Potes. Bien grande, en negro. Lleva 13 ediciones apareciendo en pantalla y, en cada una, se vuelve viral en las redes sociales. Lucas Cabo es su dueño, un joven cántabro que inició esta ya tradición por su abuelo.
“Mi primer festival en directo fue en 2010, en Oslo. Por aquel entonces, trabajaba en Vigo y, durante una conversación tonta con unos amigos, de repente, se nos ocurrió ir. Éramos eurofans de cuna y, siempre que lo veíamos, nos planteábamos esta posibilidad… pero nunca nos atrevíamos. Hasta que nos pusimos a investigar por internet y compramos las entradas”, cuenta Cabo, que se encuentra en Malmö (Suecia) exprimiendo la experiencia una vez más. A diferencia de la primera vez, ahora ya sabe lo que supone un viaje de estas características. De ahí que la aventura se haya vuelto aún más divertida si cabe.
En su equipaje jamás ha faltado la tela que ya se ha convertido en su emblema: “Cuando le dije a mi abuelo que iba a Eurovisión me dijo: ‘Ojalá te vea’. Se lo quise poner fácil, así que escribí sobre la bandera la palabra Potes para que pudiera reconocerme. Lo que no sabíamos es que estaríamos situados en una zona especial donde, al final de cada canción, la cámara oficial enfoca al público. Imagina el Cristo que se montó en el pueblo cuando me localizaron”. Su pasión por el certamen despertó en 1985 con Paloma San Basilio al frente de España. Una cita a la que no ha fallado y a la que, desde la participación de Daniel Diges, acude en persona.
Con el paso del tiempo, el detalle que tuvo a su abuelo ha acabado transformándose casi en un deber: “Lo que empezó siendo una cosa simpática, poco a poco, se ha ido desfigurando. Y, hoy, irónicamente, es más una cruz. Parece que tengo la obligación de ir con ella y, cómo no, salir en directo… lo que me impide, a veces, disfrutar más del espectáculo”. Junto a ella se han fotografiado, entre otros, Miki Nuñez, Pastora Soler, Edurne, Ruth Lorenzo, Barei, Salvador Sobral, El Sueño de Morfeo, Loreen, Jamala, Bonny Tyler… Recuerdos que guarda a raudales. Aunque avisa: “No sé cuando la dejaré en casa… pero será pronto”.
3.000 euros por semana
Sólo ha faltado una vez a Eurovisión: el año del covid-19 por las restricciones que la Unión Europa de Radiodifusión (UER) se vio obligada a tomar. En el resto de ocasiones, la previsión ha sido su mejor aliada: “Cada vez me preparo más para evitar sobrecostes. He llegado a reservar los hoteles con muchísima antelación, incluso antes de conocer al ganador o la ciudad anfitriona. Es la única manera de bajar el importe”. Como miembro de OGAE España, la asociación de eurofans de nuestro país, puede adquirir alguno de los ‘packs’ que la organización tiene costumbre de ceder. Estos, que incluyen el acceso a las semifinales y la final, rondan los 1.000 euros.
“Si a ello le sumamos que el destino multiplica los precios del hospedaje y que las aerolíneas, en cuanto se dispara la demanda, suben sus tarifas, el monto que podemos asumir supera con creces los 3.000 euros por una semana”, relata Cabo, que pone el foco en la seguridad como aspecto primordial de la presente edición. “Estamos algo intranquilos por el contexto en el que se desarrolla el certamen esta vez. La situación bélica en Ucrania, el conflicto en Gaza y las amenazas terroristas hacen que esta fecha sea de máximo interés”, concluye. Una contexto que, aún así, no paralizará su bandera.