La pasada semana se celebró el Día de la Mujer y, con este motivo, la mayoría de los sectores profesionales, y la sociedad en su conjunto, hicieron un más que necesario examen de conciencia con respecto a las brechas de desigualdad entre hombres y mujeres en los ámbitos más diversos.
No en todos los segmentos sociales, países o profesiones la situación es homogénea, aunque, incluso en los más avanzados, perviven ciertas aristas del machismo, edulcoradas bajo un supuesto proteccionismo que también repugna.
El mundo de la música clásica ha sido especialmente machista en su configuración histórica, especialmente, ¡cómo no!, en los ámbitos de decisión. Ha costado mucho ver a directoras de escena con carrera estable y a maestras al frente de las orquestas o en la gerencia de las mismas.
Afortunadamente cada vez más mujeres están ya presentes en la toma de decisiones en el sector, si bien todavía la situación no está del todo normalizada y a una mujer, aquí también, se le exige bastante más que a un colega masculino, ante compromisos similares. Estamos hartos de presenciar en el circuito directores de orquesta mediocres que apenas aportan nada pero que logran mantener trayectorias sostenidas, e incluso acceden a la titularidad de las formaciones sinfónicas. Son conocidos por todos, pero ahí siguen. Ahora, eso sí, como una directora tenga una mala noche, automáticamente esto corre a más velocidad que el correcaminos y acaba por lesionar su progresión artística. Se generan comentarios del tipo: “Claro, como ahora hay que contratar mujeres para cumplir con las cuotas…” y sandeces semejantes que nadie reproduce ante las decenas de directores nefastos que ocupan los podios con total tranquilidad.
Y si una maestra opta a determinados puestos estables, sobre todo a una edad joven, entonces saltan todas las alertas. Tenemos en España un ejemplo muy cercano. La directora mexicana Alondra de la Parra, que tiene tras de sí una carrera internacional bien ponderada en diferentes países, estuvo en las quinielas, hace unos meses, para la renovación de la titularidad de la Orquesta Nacional de España. A raíz de aquellos rumores y ante la posibilidad de que cuajase esa opción se escribió y mucho al respecto.
Más allá de la valoración de sus méritos o deméritos profesionales para ocupar ese puesto, algo que es lógico que los profesionales expresen, se pudieron leer artículos que, directamente, pudieron haber pasado a los juzgados. Ataques furibundos a la persona, de un machismo rancio y sonrojante que calificaban con precisión a quien los firmaba.
Semejantes improperios se han repetido ahora que De la Parra es la nueva titular de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, en la que la gerencia está encabezada por la asturiana María Antonia Rodríguez, dos mujeres al frente de un proyecto orquestal de gran calado y al que sería más que conveniente dar un voto de confianza y realizar una valoración por los resultados obtenidos, más que por prejuicios anclados en el pasado y fuera de lugar.
Queda, por tanto, en las orquestas camino por recorrer para erradicar de manera definitiva tics machistas que permanecen anclados en tiempos pretéritos. Es una tarea común que llevará tiempo porque afecta a todo el entorno, a músicos, crítica, gestores, agencias y creadores. La normalización no llegará hasta que el machismo que resiste bajo ciertas máscaras de autosuficiencia se vea como algo fuera de la realidad del momento.