Hay un día en el que todos podemos fallar y hasta cometer el error de nuestras vidas. Lo ilógico, como si se hubiesen alineado todas las estrellas, es que el fallo sea colectivo. Y estas cosas, a veces, suceden en el deporte; en concreto, en el ciclismo y en la Vuelta que ahora nos ocupa.
Nadie, al inicio de la carrera, daba un euro por Ben O’Connor como vencedor de la Vuelta. Era -y es- un buen ciclista, que no es lo mismo que una estrella sideral, capaz de ganar etapas en la principal carrera de España, Francia e Italia, de los que se permiten entrar en el club de los elegidos por haber levantado los brazos en el Tour, la Vuelta y el Giro y haber sido ‘top ten’ en las tres competiciones.
Por eso, resulta absolutamente incomprensible que hace una semana, el 22 de agosto, en una pequeña localidad malagueña que se llama Yunquera le permitieran llegar fugado con más de seis minutos de renta en el zurrón.
Sin restar méritos
Nadie le debe quitar ningún mérito porque O’Connor se lo ganó a pulso. Puso en jaque a todas las estrellas renombradas de la Vuelta y corrió como si hubiese alquilado las patas de Pogacar. Sin embargo, quedó la duda de si detrás se podría haber hecho alguna cosa más. Por lo menos para que el ciclista australiano no consiguiera una renta que si administra de forma inteligente puede dar el disgusto a más de uno; bien al ganar la Vuelta, que es posible, o como mal menor ocupar una de las dos plazas restantes del podio de Madrid.
Si se habla con miembros de equipos destacados de la Vuelta apuntan que no tiene sentido lo que sucedió y que ojo, atentos y en guardia, porque este corredor puede ganar la carrera, algo que no habría sucedido si, de inmediato, al comprobar que se había colado en una fuga se hubiese trabajado de forma colectiva, todos a una, para evitar que adquiriese una renta salvaje que le catapulta ahora como candidato a la victoria final.
La situación se puede arreglar
Quedan etapas para arreglar la situación y para analizar, aunque de hecho ya no sirva para nada, que es lo que ocurrió en la sexta etapa donde todos sabían que era peligrosa y la tapada de la carrera; de ahí que aún sea más incomprensible que no se hablase entre los coches y que entre todos se olvidasen de rencillas para trabajar en bloque en la caza y captura de O’Connor.
Fue un error garrafal que ya algunos admiten en privado. Puede que Primoz Roglic no anduviera fino por culpa de los dolores de espalda que arrastra por la caída del Tour. ¿Pero el resto iba a dejar la Vuelta sin barrer porque el entonces líder no podía a los suyos a trabajar?
Equipo y gregarios
No tiene equipo se comentaba al día siguiente para tratar de justificar lo injustificable. ¿Qué no tiene equipo? Qué barbaridad cuando son capaces de controlar la carrera, tener siempre a personal cerca del líder, impulsarla en el momento apropiado y saberla manejar. El Decathlon, que antes se llamaba AG2R, un clásico del Tour, no es precisamente una escuadra menor, sino la que este año lleva 30 triunfos, victorias que cuentan en el palmarés aunque alguna de ellas haya llegado en carreras de segundo nivel.
Y es que además tiene a un compañero que se llama Felix Gall que vale un potosí, que es austríaco, que ha sido octavo y 14º del Tour, donde ha ganado una etapa. Es el octavo de la Vuelta, posición que no se regala y que siempre está a su lado para ayudarlo en lo que sea necesario.
Así que no tiene equipo, que es un líder por accidente, que no ganará la Vuelta y que no sabíamos quién era cuando lo dejamos escapar en la sexta etapa. Felicidades y aplausos para todos.
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