El 20 de septiembre de 1996, en estas tierras asturianas donde puede llover en cualquier instante o lugar, quedó registrado en la historia del ciclismo como uno de los días más tristes y amargos de este deporte. Fue la última vez que Miguel Induráin se puso un dorsal oficial en la espalda. Luego participó en varios critériums de exhibición donde poco a poco se fue despidiendo de los aficionados españoles antes de comunicar el 2 de enero de 1997 su renuncia definitiva al ciclismo. Otro día de ingrato recuerdo mientras nevaba en Pamplona.