El dueño de Panathinaikos, Dimitrios Giannakopoulos, un magnate de la industria farmacéutica, había soñado que el equipo griego volvería a ganar una Euroliga con un tiro final de Sloukas (fue el máximo anotador) y frente al Real Madrid. Los sueños son tan reales como uno los imagine. El suyo no se replicó de modo exacto, pero casi. El ‘trébol’ sumió a los de Chus Mateo en una tragedia griega para ganar su séptimo entorchado.
Aunque buena culpa de ello tuvo también el equipo blanco con un tercer cuarto descoranozador y una sangría de triples fallados que echó por tierra su genial primer cuarto. Ataman, otra vez más, se salió con la suya con una pizarra ejemplar y una gestión ejemplar de los cambios. Lo hizo tras tumbar al equipo que ha dominado toda la temporada el baloncesto europeo. La maldición más dolorosa del campeón.
El Real Madrid no ha construido su leyenda en territorios fáciles. Al revés, el carácter ganador es algo que ha forjado a fuerza de tener gradas hostiles en las gradas. Pocas veces maneja ese registro, lo que le obliga a ser más equipo que nunca en la cancha. Y suele salir bien, aunque esta vez tenía enfrente a un Panathinaikos que le había perseguido de puntillas por toda la temporada después de hacer doce fichajes. Todo lo contrario que el proyecto continuista de un Real Madrid donde todos ya habían ganado la Euroliga, frente a su rival, en el que tan solo Sloukas había reinado. De hecho, en sus manos estaba realmente el coste de oportunidad del conjunto griego.
Las faltas prematuras de Tavares
Salió a la cancha Pablo Laso de nuevo con el ‘factor Eli Ndiaye’ en cancha que tan bien había funcionado en semifinal frente a Olympiacos para el recital de triples inicial. Además de que permitió atrasar la rotación de los ‘4’ madridistas. Y vaya revolución inicial causó, con dos triples y un tiro de dos que pusieron el viento a favor del Real Madrid. Pero las dos faltas personales de Tavares en 2:20 minutos -que condujeron a una técnica contra Chus Mateo- condicionaron el resto del partido arbitrado por el portugués Fernando Rocha, que, curiosamente, le había dirigido los últimos cuatro partidos a Panathinaikos.
Sin embargo, el Real Madrid no se amilanó, liderado por Musa, que llegó a la final en modo ‘MVP’. Ofensivamente, el conjunto blanco aprovechó el primer cuarto para afinar todos los recursos, aunque tendría que dar batalla en otros apartados cruciales como el rebote. El inicio de partido era un festival de puntos. La cara de Ataman no presentaba la acostumbrada sonrisa de villano de película. Y más sabiendo que Musa, al que dejó sin oportunidades en Belgrado, empezaba a brillar. A pesar de la eterna sospecha de ‘flopping’ que le depositan los árbitros.
Peores eran las noticias para Kendrick Nunn, uno de los baluartes de Panathinaikos que se despidió con tres faltas personales de un primer cuarto que terminó con un tanteo altísimo (36-25) y muy favorable al Real Madrid tras una exhibición ofensiva. Justo con la bocina llegaba la máxima ventaja. Otro dato que daba cuenta de la eficiencia blanca: un solo balón perdido en lo que iba de partido.
Sloukas y Lessort resucitaron al Panathinaikos
Juancho Hernangómez hizo replantear ciertos conceptos en un Real Madrid donde las ayudas defensivas funcionaban bien. El segundo cuarto parecía una continuación, con la prolongación del parcial hasta el 14-0 al que también contribuyeron el ‘Chacho’ Rodríguez o Rudy Fernández. Veteranos a los que hizo sufrir Sloukas.
Tiró del carro el base griego y se subió al mismo Lessort, MVP de la semifinal contra Fenerbahce, para firmar un 0-10 que rebajaba las diferencias por debajo de los diez puntos y dejaba ver, por primera vez, las costuras del Real Madrid con la unidad veterana en la pista que aguantó hasta el 41-35. Lo rompió Poirier con un rebote convertido en mate con el que agudizó su combate frente a Lessort. Era evidente que el equipo blanco pasaba por un apagón ofensivo después de la exuberancia del primer cuarto, lo que obligó a anticipar el regreso de Tavares.
El Panathinaikos explotaba cada vez más lo físico, con una defensa agresiva que le permitió recuperar el pulso del partido hasta el 43-39 gracias al pulmón de Grant. Ataman movía sus cartas como nunca antes lo había hecho, con hombres como Vildoza. Aunque Panathinaikos llegó a ponerse a un punto, una buena gestión desde el tiro exterior de Musa y Campazzo dejó al Real Madrid más tranquilo, a pesar de la canasta descomunal de cierre de primera parte obra de Sloukas (54-49).
Un tercer cuarto para olvidar del Real Madrid
El tercer cuarto empezó con Panathinaikos disfrutando del ‘pick and roll’ entre Lessort y Sloukas frente a un Real Madrid que ejecutaba buenas defensas pese a contar con un Tavares en cuarentena que se vio con una tercera falta personal encima. Las mismas para Campazzo con siete por minutos de cuarto por delante. Y llegó ese momento, a 6:18, en el que Panathinaikos se puso por primera vez liderando el marcador con el 56-58 gracias a un triple de Kendrick Nunn. Uno de esos jugadores que no necesita tener la muñeca caliente para ser decisivo.
Entonces, el partido se convirtió en el festival del error, con el Real Madrid fallando triples (hasta nueve fallos seguidos, alguno sin oposición) desde todos los flancos y el Panathinaikos completamente precipitado por la euforia que le había dado la ventaja. Vino Rocha a elevar la ira del Real Madrid con una tercera falta a Poirier, que desembocó en una técnica. Con una serie de 2 de 14 el tercer cuarto madridista fue para olvidar (61-64).
Brillante gestión de Ataman en la pizarra y los cambios
Chus Mateo recurrió al factor revolucionario que más le gusta, un ‘Chacho’ Rodríguez que ya había ejercido de rescatador en Kaunas. La defensa se hizo más intensa. El factor psicológico entraba en juego. Pero en este tipo de partidos hay vuelcos impensables en la vida real, como que Mitoglou, después de ser despreciado por Ataman por un fallo al inicio del partido, pusiese la máxima ventaja griega.
El Real Madrid veía el aro doble. El acierto que le había acompañado durante toda la temporada estaba ausente. Los de Chus Mateo eran víctimas de sí mismos. Hasta que Llull dijo basta y anotó el primer triple de los blancos en toda la segunda parte. Mateo activó la defensa en zona para desestabilizar a Panathinaikos, donde la respuesta corría a cargo de Sloukas.
Había una guerra abierta en el Uber Arena de Berlín. En el cruce de acusaciones, el Real Madrid perdió a Campazzó mientras Nunn aproximaba a Panathinaikos a la Euroliga. Ataman estaba ejecutando un plan perfecto a través de los cambios. La victoria terminó por confirmarse ante la desesperación de un conjunto blanco que no encontró el milagro en ninguna de las múltiples formas que sabe evocarlo. Panathinaikos es el nuevo rey de Europa con todo el merecimiento.