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El increíble monumento de La Carolina en Jaén que mide 12 metros de altura


Una de las batallas más importantes de la Península Ibérica a lo largo de la historia ha sido la famosa Batalla de Las Navas de Tolosa que aconteció en las inmediaciones del municipio jiennense de La Carolina. Un momento decisivo en la pugna entre cristianos y musulmanes por el dominio de la península y un hito que dejó impronta en esta histórica localidad es la victoria cristiana de Alfonso VIII sobre los Almohades, como demuestra la escultura levantada para su recuerdo.

Este monumento a las Navas de Tolosa forma parte del itinerario turístico que realizan todos los visitantes a La Carolina, uno de los enclaves más visitados por su carga histórica y artística, junto con la Iglesia colonial de la Inmaculada Concepción, el Palacio del Intendente o Torres y Calle Madrid.

Primero hallamos la figura en bronce del pastor que mostró el camino a los cristianos, y en segundo lugar tallados en piedra, los personajes protagonistas de esta obra, sobre unos grandes muros, símbolo de Sierra Morena.

Hito histórico: la Batalla de las Navas de Tolosa

Según cuenta la leyenda, un humilde pastor, Martín Halaja, ofreció a las tropas cristianas de la Reconquista un camino secreto entre las montañas -representadas éstas en abstracto al fondo-, para entrar al campamento de las filas nazaríes en tan relevante fecha.


Dos altas paredes con forma puntiaguda símbolo de los duros y angostos caminos,


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La efigie en bronce de dicho pastor levanta la mano al cielo en señal de guía y su mirada emociona al espectador por su ternura. Detrás de él, una talla de figuras blancas que representa la unión de todos los mandatarios cristianos: los reyes de Navarra, Aragón, Castilla y el arzobispo de Toledo. Detrás dos altas paredes de hormigón con forma puntiaguda, colocadas a escasa distancia una de la otra y dispuestas paralelamente entre sí, como símbolo de los duros y angostos caminos, el paso de Despeñaperros y sus escarpados riscos.

Autores y localización

El conjunto escultórico, obra del arquitectoManuel Millán López y el escultor Antonio González Orea, conmemora la victoria cristiana sobre los almohades de Al-Nasir en 1212, aunque fue realizada entre 1975 y 1976 no se inauguró hasta el 17 de julio de 1981.

Localizado en la entrada norte de La Carolina, justo al principio de la Avenida de Madrid -principal arteria de la ciudad- y en la confluencia de ésta con la antigua carretera Nacional IV Madrid-Cádiz, a unos 11 km del lugar donde tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa.


Monumento a las Navas de Tolosa


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El monumento se asienta sobre un alto basamento de planta romboidal de material de hormigón, hoy camuflado entre la vegetación. Esta escultura destaca cromáticamente gracias a que fueron tallados en piedra blanca de Sepúlveda.

El pastor Martín Halaja

En posición adelantada con respecto al conjunto escultórico, destaca la figura en bronce del protagonista, clave en la victoria cristiana, la figura en bronce de Martín Halaja, pastor que mostró el camino a las tropas cristianas para llegar a la zona del enfrentamiento sin ser descubiertos.

Esta escultura, con uno de sus brazos extendido hacia el frente, indicando el camino más seguro a las tropas cristianas a través de Sierra Morena para evitar las emboscadas que los almohades habían preparado en los pasos de montaña habituales, es un pastor anónimo. Identificado tres siglos más tarde por el historiador Gonzalo Fernández de Oviedo como Martín Alhaja o Halaja (1532) y por otros historiadores como Martín Malo.

Ante la ausencia de datos concretos, ha sido considerado un personaje legendario e incluso un enviado divino en la historiografía moderna y contemporánea.

Conjunto de mandatarios cristianos

Si nos situamos frente a este monumental conjunto histórico, de 12 metros de altura, encontramos las siguientes figuras estilizadas de izquierda a derecha, que, pese a transpirar grandeza, tiene unas miradas muy humildes:


Figuras de los mandatarios cristianos


imperio bizantino

El noble caballero vasco, Señor de Vizcaya, Don Diego López de Haro, que comandó buena parte de las tropas cristianas contra los almohades en el campo de batalla. Sostiene en una mano su espada y en la otra el escudo de la casa de Haro, caracterizado por los dos lobos con corderos en sus fauces y las aspas de oro en la bordura.

El arzobispo de Toledo, Don Rodrigo Jiménez de Rada, pieza clave de esa Cruzada, prelado de sotana y espada, no dudó en luchar codo con codo junto a su rey. Aparece caracterizado por la mitra y sostiene la cruz arzobispal -que sobresale por encima de las cabezas de todos los personajes- mientras la otra mano queda dispuesta en actitud de bendecir.

El rey Pedro II de Aragón ‘el Católico’, con el escudo barrado a sus pies y portando su espada, que aportó a la batalla unos 1.000 caballeros aproximadamente.

En el monumento la figura que aparece más adelantada de los cincos es el rey Alfonso VIII de Castilla ‘el Batallador’, principal promotor de la Cruzada aportando la mayor cantidad de efectivos. Fue el que se tomó la revancha diecisiete años después de sufrir un revés en la batalla de Alarcos (Ciudad Real) contra los almohades de Yusuf II. Aparece ataviado con una cota de malla y sujeta con una mano el escudo de Castilla, a sus pies, y con la otra porta la espada.

El rey Sancho VII de Navarra ‘el Fuerte’, que protagonizó el ataque el puesto de mando de ‘Miramamolín’ que estaba rodeado por una línea de esclavos encadenados, rompiendo las cadenas con su espada y llevándoselas como trofeo de guerra. De ahí que aparezca en el monumento sosteniendo en su mano izquierda un fragmento de dichas cadenas, que serían incorporadas como emblema principal al escudo del reino de Navarra a partir del siglo XVI, escudo que aparece a los pies del monarca.

Épica, idealización y estilización

Los valores plásticos e ideológicos se entrelazan en el monumento. De forma que los altos y puntiagudos muros -detrás de los personajes-, que simbolizan las montañas, tienen su correspondencia con unas figuras alargadas y espirituales, haciendo un guiño a la etapa Gótica de la época en la que sucede este hecho histórico en la Europa cristiana.

El artista, a través de la estilización de los personajes, ha querido reflejar la defensa y propagación de la cristiandad, con la cruz como protagonista sobre el conjunto entre ambos muros.



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