Javier del Río (Gijón, 1952-2004) fue un pintor proteico, luminiscente y esencial, y un escultor creativo, juguetón e inesperado. La Fundación Museo Evaristo Valle de Gijón, de cuya escudería formó parte, ha querido conmemorar el vigésimo aniversario de su prematuro fallecimiento con una exposición homenaje, que sirve para recordar, desde la cercanía y la aproximación íntima, a uno de los artistas asturianos más personales, nunca olvidado por el empuje persistente de sus familiares.
Del Río forma parte de una prodigiosa generación gijonesa, que va desde su cuñado Ramón Prendes o Reyes Díaz a José Arias, Rodolfo Pico, Melquiades Álvarez y Pelayo Ortega. La exposición recoge un centenar de sus obras entre dibujos, grabados, pinturas y esculturas, realizadas entre 1972 y 2003 y distribuidas entre los edificios del museo y sus jardines, que siempre lo han albergado.
Está compuesta básicamente por la colección propiedad de sus herederos y en ella destacan sus trece autorretratos en diferentes estilos, algunos sobrecogedores como el dedicado al VIH, a los que se unen los retratos de su abuelo, el arquitecto Manuel del Busto, su padre, sus hermanos, su cuñado, sus sobrinos y, sobre todo, su esposa Lupe y sus hijos Tadeo y Alicia, a quienes transmitió su entusiasmo por el arte.
Tadeo del Río es el encargado por ejemplo del audiovisual que completa la exposición con imágenes grabadas por el propio artista, como tributo a su acariciado sueño, nunca logrado, de hacer algún día cine y así alcanzar una dimensión integradora de las artes. La comisaria del conjunto es Carmen Estrada Fernández, responsable del Departamento Educativo de la Fundación Museo Evaristo Valle de Gijón.
Abundan también las escenas familiares y obras relacionadas con los lugares en los que Javier del Río vivió después de su estancia formativa en Italia, como sus casas de Lué (Colunga), La Albarina (Somió, en Gijón) y A Granxa (Boiro, en La Coruña) y, por supuesto, su ciudad natal, perfectamente reconocible a pesar del formidable ejercicio de síntesis. Asimismo, están entrañablemente retratados los perros que siempre acompañaron a la familia, tanto en pintura como en escultura.
En la Fundación Museo Evaristo Valle de Gijón ya había expuesto individualmente varias veces, concretamente en 1995, 1999 y 2002, todavía con vida, y posteriormente en 2009 y 2012. Del Río se dio a conocer con tan solo diecinueve años en una exposición en el Centro Cultural de Roces (Gijón) en 1971. En 1974 entró a formar parte del grupo Arte en Asturias, que fue primera avanzadilla de la vanguardia regional. Ese mismo año mostró sus trabajos en el Ateneo Jovellanos y en 1975 en la Sala Nicanor Piñole, ambos en Gijón. En 1977 inicia su experiencia italiana, exhibiendo sus obras en Urbino y Foggia entre ese año y 1979.
Otros lugares importantes para él fueron las galerías gijonesas Altamira, donde expuso en 1985 y 1988, y sobre todo Cornión, con la que mantuvo una relación muy intensa desde que participara en la colectiva “Galería de mutuos retratos”, en 1991. A partir de entonces, tomó parte de sus exposiciones tanto individual como colectivamente, como en la recordada “Gijón Sur-Mer” (1994), y con ella acudió a Arco 95 y Arco 96. En esa misma galería gijonesa celebró su última exposición individual de pintura, poco antes de fallecer. Con incursiones anteriores, su escultura la presentó por primera vez en el Museo Antón de Candás en 1997, tras recibir su beca.
Póstumamente, se han celebrado algunas exposiciones importantes, como la dedicada a sus dibujos en el Hotel Regente de Oviedo en 2010, de la que fui comisario, o la que tuvo lugar en la sala del Banco Sabadell Herrero de Oviedo en 2013, comisariada por Ángel Antonio Rodríguez, a la que contribuí desde la sombra. Es de los escasos artistas asturianos que cuenta con el catálogo razonado de su obra, editado en 2012 por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson bajo la dirección de la catedrática María Soledad Álvarez, con la colaboración de Laura Mier.
Javier del Río es componente destacado de la figuración posmoderna, enmarcada dentro de las coordenadas artísticas de la generación de los ochenta, a la que corresponde por edad. Con una visión metafísica y enigmática de su entorno, en la que la vivacidad de color desborda las líneas de lo que describe, consigue un atractivo efecto de espontaneidad que solo estuvo al alcance de quien todavía conservaba la limpia mirada de un niño.
Su interés es indudable, y queda bien demostrado una vez más en exposiciones como ésta. Únicamente cabe esperar que todo el meritorio esfuerzo por perpetuar su memoria se enfoque a partir de ahora a trascender las fronteras de Asturias, pasando de lo íntimo y privado a lo público y notorio, sea como sea.
Javier del Río, íntimo
Fundación Museo Evaristo Valle, Camino de Cabueñes, 261, Somió, Gijón. Hasta el 30 de junio
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