Casi a finales de agosto, todavía hay muchas personas que están disfrutando de suis vacaciones. Unos días de relax en la playa, en la piscina o en la montaña que, no obstante, no están exentos de riesgo. En verano, se disparan los motivos para enfermar: cambios de hábitos y rutinas, el contacto continuo con el agua y las elevadas temperaturas propias de estas fechas. Sin embargo, la mayoría de ellas se pueden prevenir y pasar unas vacaciones… sin sustos.
Quemaduras solares
Tomar el sol sin protección solar conlleva riesgos que tiene consecuencias, en muchas ocasiones, muy dolorosas. En el mejor de los casos, la piel se tornará en un color rosado sin mayor complicaciones.
Pero, si la exposición al sol se ha prolongado en el tiempo (sin ningún tipo de fotoprotector), pueden producirse ampollas y sarpullidos.
- “Sabemos que la mejor franja horaria en la que, si estamos expuestos al sol, se sintetiza más vitamina D es la que va de las 12 a las 16 horas. Esta franja horaria es la que tiene precisamente más probabilidad de dar lugar a una quemadura, por lo que es importante limitarse a una corta exposición”, explica el doctor Agustín Buendía Eisman, de la Fundación Piel Sana de la AEDV.
Por ello, la Academia Española de Dermatología y Venereología recomienda una exposición progresiva, de menos a más, para evitar quemaduras solares que, además de las molestias que provocan, pueden desarrollar a largo plazo cáncer de piel.
“Si se quiere evitar la quemadura, hay que exponerse al sol con sensatez, evitando la quemadura, que genera un daño cutáneo”, señala la doctora Ángeles Flórez Menéndez.
Así, lo recomendable es empezar a tomar el sol directo, primero cinco minutos, y después 15-20 minutos. “No sobrepasar ese tiempo, sobre todo en la franja horaria entre las 12 y las 16 horas. Si se está más tiempo al sol, es fundamental utilizar cremas fotoprotectoras u otras vías de protección para prevenir la quemadura”.
Golpe de calor
El calor se puede convertir en un riesgo para la salud. Y cuando se está inmerso en una ola de calor, supone un auténtico peligro, sobre todo, para la población más vulnerable: personas mayores, enfermos crónicos y niños.
Pero, ¿cómo reacciona nuestro cuerpo ante una ola de calor? Lo primero que hay que aclarar que esto sucede cuando no se toman las precauciones necesarias: deshidratación, hacer ejercicio en las horas centrales del día o poca ventilación.
Cuando esto ocurre, el organismo es incapaz de regular por sí mismo su propia temperatura, provocando un desajuste térmico (incrementando de forma brusca la temperatura corporal). Y se traduce en los siguientes síntomas:
- Sequedad en la boca.
- Sensación de sed.
- Dolor de cabeza.
- Desorientación.
- Falta de apetito.
En el peor de los casos, se puede perder el conocimiento, sufrir palpitaciones (frecuencia cardíaca por encima de los 100 latidos por minuto) y convulsiones.
Este es el decálogo del Ministerio de Sanidad para evitar un golpe de calor durante el verano:
- Beber mucha agua sin esperar a tener sed.
- Evitar las bebidas alcohólicas, cafeína, té y las muy azucaradas.
- En la medida de lo posible, permanecer en lugares frescos, a la sombra (en el exterior) “y si es posible pase al menos dos horas en algún lugar climatizado. Tome una ducha o un baño fresco”
- Darse una ducha o tomar un baño para refrescarse.
- No abrir la ventana cuando la temperatura exterior es más alta, desde las 12 a las 16 horas.
- Es imprescindible evitar el uso de máquinas y aparatos que puedan producir calor en las horas más calurosas.
- “A partir de los 35ºC en el interior de la vivienda, un ventilador solo mueve el aire, no lo enfría. Utilice todas las medidas tradicionales a su alcance”.
- Optar por comidas ligeras: ensaladas, frutas, verduras, gazpachos…
- Evitar las actividades en el exterior en las horas de más calor.
- Usar ropa ligera, protector solar y sombrero.
Deshidratación
Es uno de los problemas más frecuentes y que puede derivar en un golpe de calor. Los expertos recomiendan beber abundante líquido, aunque no se tenga sed. Con las altas temperaturas, se pierde mucha agua corporal. Es vital sustituirla, ya sea con agua o con bebidas isotónicas (e incluso con zumos y gazpachos).
Dependiendo del IMC y, por ende, de nuestras necesidades, se debe ingerir entre litro y medio y dos litros de agua al día.
Intoxicaciones alimentarias
Comer fuera de casa, en la montaña, en el campo, en la playa o la piscina, no está exento de riesgos. Y, es que, el calor puede provocar que los alimentos preparados en casa se estropeen durante su traslado. Las altas temperaturas favorecen el crecimiento de las bacterias, como advierte la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).
- Es imprescindible guardar los alimentos en una nevera portátil. Si no se utilizan acumuladores de frío (que es lo más recomendable) y se eligen cubitos de hielo, hay que evitar que el agua derretida entre en contacto con los alimentos.
- Colocar la nevera en la sombra y evitar abrirla innecesariamente para no perder frío.
- Separar los alimentos crudos de los cocinados y lavar adecuadamente toda la fruta y la verdura.
- La tortilla de patata, un alimento muy típico para estos planes veraniegos, debe estar bien cuajada y conservada. No se debe consumir alimentos con huevo crudo, como mayonesas y salsas.
Mantener una correcta higiene de las manos. En caso de que no haya fuentes de agua potable, se puede llevar una botella de agua para lavarse las manos antes y después de manipular los alimentos.
Otitis
Las piscinas y la playa “incrementan el riesgo de otitis externa (otitis de nadador) como consecuencia de la humedad”, según advierte la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC). Los más vulnerables a este problema, indica el doctor Manuel Manrique, son las personas que sudan mucho y los que más tiempo pasan en el agua.
- “Además, los niños tienen los conductos del oído más pequeños, lo que facilita en ocasiones la retención del agua”.
Pero hay otros factores de riesgo. “Pacientes con dermatitis alérgica, el estrés, los ambientes polvorientos, así como la contaminación bacteriana o química de las aguas”.
Los síntomas más típicos de la otitis externa son:
- Molestias al masticar o bostezar.
- Sensación de tener el oído taponado.
- Pérdida de audición leve.
- Sensación de tener agua en el oído.
- Supuración.
Se puede prevenir con unas pautas de fácil cumplimiento:
- Secar tanto la parte externa del oído como la entrada del conducto auditivo.
- No permanecer mucho tiempo dentro del agua-
- Evitar el baño en aguas que podrían estar contaminadas.
- Nada de bastoncillos, horquillas o palillos para limpiar el oído.
- Si después del baño se notas que ha quedado agua en tus oídos, la SEORL recomienda aplicar unas gotas de alcohol boricado a saturación preparado en farmacias.
- No aplicar espráis que pueden cambiar el PH de la piel del conducto y reducir sus mecanismos de defensa.
Cistitis
Se trata de una patología causada por la bacteria Escherichia coli (E. coli) y que, especialmente, afecta a la mujer y, sobre todo, durante el verano. Según el Centro de Información de Cistitis, el 47% de los pacientes señalan que los síntomas principales son picor o escozor, frente al 35% que dice sufrir un aumento en el número de micciones.
No obstante, los síntomas principales de la cistitis son:
- Dolor o escozor al orinar.
- Urgencia por orinar.
- Orinas turbias y de color intenso.
- Dolor en las relaciones sexuales.
Los factores de riesgo para la aparición de la infección:
- Falta de hidratación.
- Higiene íntima.
- Mantener el bañador mojado después del baño en la playa o la piscina.
- Ropa ajustada.
El tratamiento de la cistitis combina fármacos y medidas higiénicas. Los especialistas recomiendan que para evitar la cistitis durante la temporada estival se debe tener una adecuada higiene íntima, una correcta hidratación y evitar la cafeína o el alcohol. Un estilo de vida saludable que, a buen seguro, reducirá el riesgo de padecer esta infección que afecta, al menos una vez en la vida, al 37% de las mujeres.