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Asuntos de la vida

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La verdad de un libro de viajes está en la interiorización de sus paisajes. James Salter parece entenderlo en esta colección de reportajes y crónicas cuando pasa la mayor parte del tiempo describiendo matices de luz y estados de ánimo. En una visita a los Hamptons, esquiando en los Alpes, en el Tirol, o en una vuelta en bicicleta por Japón, todos ellos se fijan en la retina lectora como la postal literaria de un impresionista. No solo aquellos que provienen de la cosecha particular, también cuando cita páginas ajenas que “revuelven la sangre”, lugares que uno ama sin haberlos visto, únicamente por lo que otros han escrito sobre ellos. Es el caso de Cyril Connolly sobre Francia: “Trasegando los largos y negros tramos de la Nationale Sept mientras los plátanos hacen cha-cha-cha por la ventana abierta y el parabrisas amarillea por culpa de los mosquitos aplastados, ella a mi lado con la guía Michelin, un pañuelo le sujeta el pelo…”. Algunos textos de “En otros lugares” se leen como si fueran poemas en prosa. Salter describe el cambio de estaciones en Colorado y el torbellino de la vida en el París de la posguerra. En los reportajes literarios sobre Francia, la mayoría del libro, las mejores piezas invitan a que cualquier lector se apropie de los recuerdos. También en Inglaterra. Un baño caliente, media botella de vino y un pastel de pollo en el pub del final de la calle le parecen un lujo inolvidable, como escribe en un artículo sobre una caminata por los Downs, acostándose con la lluvia torrencial de fondo.

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